Sandra De la Garza Talavera
Psicóloga Clínica
UNAM / UV/ UCH
La adolescencia es un periodo de muchos cambios, pues las necesidades sociales de aceptación se dificultan. Además, el cuerpo experimenta cambios muy importantes y los jóvenes se cuestionan el rol que juegan en la sociedad. Se trata de una etapa de búsqueda de nuevos significados. En ella se exploran los propios límites y se redefine la identidad. Es el espacio entre la infancia y la vida adulta. Es por esto que se trata de un momento sensible para los jóvenes, que se traduce en un elevado riesgo, al enfrentar los cambios emocionales como la aparición de tristeza y ansiedad, relacionada estrechamente con los vínculos sociales, pololeo y las exigencias académicas. De hecho sabemos que durante ésta etapa del desarrollo comienzan muchos de los trastornos psicológicos. Por esto, se requiere prestar una especial atención y mayor sensibilidad al proceso que están transitando nuestros adolecentes durante la crisis provocada por el coronavirus, donde han tenido que enfrentar retos como la incertidumbre académica constante, la amenaza de problemas económicos, las restricciones en las juntas y reuniones sociales y el abuso de las nuevas tecnologías para compensar la falta de comunicación y la soledad.
La pandemia ha generado en los adolescentes un importante impacto en su salud mental. Concretamente se relaciona con una elevada experiencia en los síntomas ansiosos y depresivos, aumentando algún problema de salud mental previo. Asimismo en consulta, he podido constatar un aumento en los ataques de pánico, entendidos como episodios agudos de intensa activación del miedo y de la pérdida de control sobre su vida. Son muchos los jóvenes que han consultado por sentir una elevada ansiedad que los confunde, que nos muestra una híper activación de su sistema nervioso simpático, expresado en gran inquietud, problemas para dormir, comer en exceso y falta de concentración durante sus clases en línea.
El estrés provocado por la pandemia y los cambios en plazos del confinamiento nos obliga a estar disponibles y atentos a nuestros adolescentes, siendo el apoyo familiar un espacio clave para la prevención. Al perder los adolecentes el entorno estructurado del colegio, las rutinas y costumbres familiares, además de las dificultades para participar en actividades deportivas y salir con los amigos, se ha incrementado su estrés, provocando los problemas psicológicos mencionados. Muchos de ellos han logrado surfear esta etapa de pandemia encontrándose con sus amigos por las redes sociales, jugando en línea y participando de clases deportivas de manera virtual, pero refieren no ser lo mismo que encontrarse con sus pares y recrearse en grupo. Por esto, debemos estar atentos a sus cambios de ánimo, mantenernos cerca y conversar con ellos sobre sus temores e incertidumbres, apoyar de alguna forma y de manera protegida, que puedan contar con espacios libres individuales y de sociabilización con amigos y amigas.
Si nos percatamos que nuestro adolescente está deprimido o atraviesa estados de ánimo de angustia, es importante tener presente que somos las personas que lo rodeamos su principal recurso para pedir apoyo e iniciar un tratamiento. Trate de mostrar empatía y comprensión poniéndose en sus zapatos, validando sus emociones. Por ejemplo podría decirle “parece que no has estado bien últimamente ¿eso es así? No trate de resolver el problema sino abrir una conversación y mostrarle que desea entender lo que le pasa. No lo juzgues, pon atención a lo que expresa sobre sus sentimientos, aunque no estés de acuerdo, escucharlo sin juzgarlo provocara que se sienta acogido y verte como un aliado con quien puede contar incondicionalmente.
Para poder identificar si nuestro adolescente presenta cambios en su ánimo, necesitamos estar atentos a diferentes señales, que si son frecuentes y se mantienen por más de dos semanas, será necesario consultar a un psiquiatra infantojuvenil y recibir apoyo psicólogo.
Algunos síntomas que manifiestan depresión y ansiedad:
- Cambios en la alimentación (si come mucho o poco); desorden en el sueño (si duerme poco o mucho) y pérdida de sus hábitos de higiene.
- Señales o dolores en el cuerpo cuando todo está bien.
- Expresar sentirse abrumado y temeroso.
- Observar que se aísla, conductas de limpieza y aseo excesivo.
- Irritabilidad, perdida de interés en las cosas que antes disfrutaba, enfados y llantos espontáneos; expresa tristeza y aburrimiento (a nada le encuentra sentido), comentarios despectivos de sí mism@, culpa exagerada y criticas constantes.
- Falta de concentración, pérdida de memoria, dificultad para tomar decisiones y baja en su rendimiento académico.
- Aumento de consumo (¿alcohol; drogas?).
- Pensamientos suicidas pudiendo verbalizar “me quiero morir” o “no vale la pena vivir” o de autoagresión al propinarse cortes.
La adolescencia representa una conmoción emocional interna, una lucha entre el deseo humano eterno a aferrarse al pasado y el igualmente poderoso deseo de seguir adelante con el futuro. Louise J. Kaplan