Sumérgete en los salvajes paisajes de Alaska, donde la naturaleza sigue reinando con fuerza indomable. Acompaña al fotógrafo Francisco Gana en una travesía única por uno de los últimos rincones inexplorados del planeta, en busca de la imponente fauna que habita este vasto territorio. Desde majestuosas aves hasta los intimidantes osos pardos, descubre la esencia de la verdadera aventura en la Gran Tierra.
- Relato y fotografía de Francisco Gana
- IG @franciscoganae
Cada fotógrafo de naturaleza tiene un sueño, y el mío era capturar a los osos pardos en su hábitat natural. Ese anhelo me llevó a Alaska, un lugar tan salvaje y vasto como las criaturas que lo habitan. Tras años intentándolo, logré unirme a una expedición de National Geographic en la remota ciudad de Juneau, la capital de Alaska. Este punto de partida, accesible solo por bote o hidroavión, se convirtió en la puerta de entrada a una de las experiencias más emocionantes de mi vida.
La aventura comenzó al embarcarnos en el “National Geographic Sea Lion”, un pequeño barco de expedición inició la travesía navegando por The Inside Passage una ruta milenaria utilizada por indígenas y exploradores europeos – entre Estados Unidos y Canadá -, famosa por su tranquilidad y la belleza de sus paisajes. Durante días, recorriendo este laberinto de islas y canales, nos encontramos con ballenas jorobadas que emergían majestuosas de las aguas, un espectáculo que jamás olvidaré. Pero mi verdadera obsesión, los osos pardos, aún aguardaba en lo profundo de Alaska.
Nuestra segunda parada fue el Lago Iliamna, al suroeste del estado. Alojamos en un Lodge a una orilla del lago, donde cada mañana nos esperaba un hidroavión listo para explorar ríos y lagos en busca de estos maravillosos animales. Una vez que los divisábamos, debíamos descender a la laguna más cercana y caminar por horas a través de la tundra, observando la entrada de los salmones en los ríos y vigilando la posible llegada de los osos. Esos diez días nos permitieron sumergirnos en la auténtica Alaska, lejos del bullicio y de las multitudes.
ENFRENTANDO AL GIGANTE EN BROOKS FALLS
Finalmente, llegamos a Brooks Falls, el que se dice es el mejor lugar del mundo para ver osos pardos en estado salvaje. Allí, la naturaleza se reveló en todo su esplendor: familias de osos se agrupaban en la cascada del río Brooks, pescando salmones con una destreza que me dejó sin palabras. Poder fotografiar este momento, con los osos a tan solo unos metros de distancia, fue un privilegio que pocos pueden experimentar.
Durante nuestra travesía, ingresamos aún más al norte, en zonas donde solo se aventuran los más intrépidos. La soledad del lugar era sobrecogedora; no vimos a nadie más durante días, solo nosotros tres y el piloto del hidroavión, que también hacía las veces de guía y portador de un rifle, por si la situación se volvía peligrosa.
Las jornadas eran largas y desafiantes. Nos levantábamos al amanecer, subíamos al hidroavión y nos dirigíamos a nuevas zonas. A veces, aterrizábamos en una laguna y caminábamos por tres, cuatro o hasta cinco horas hasta dar con los osos. La naturaleza en su estado más puro no es un escenario para los débiles de corazón.
FOTOGRAFÍA EN TERRITORIO SALVAJE
Uno de los momentos más memorables fue cuando decidí meterme al río para fotografiar a un oso pardo que estaba a unos treinta metros. Equipado con un trípode y un teleobjetivo, la adrenalina corría por mis venas mientras me mantenía firme en la corriente, rodeado de piedras resbaladizas. Sabía que un paso en falso podría ser fatal, pero la recompensa de captar a ese magnífico animal en su entorno natural era demasiado tentadora.
Los osos, con sus cachorros a cuestas, se movían por la orilla del río. Observándolos, aprendí a leer sus comportamientos: la tranquilidad de un oso bien alimentado o la tensión de uno que se siente amenazado. Eran seres inmensos y poderosos, y cada encuentro era un recordatorio de lo frágil que es la línea entre la vida y la muerte en la naturaleza.
Al finalizar la expedición, había logrado capturar imágenes que solo Alaska puede ofrecer. Desde osos pescando en las cascadas hasta salmones luchando por subir ríos de escasa agua, cada fotografía cuenta una historia única de supervivencia en uno de los últimos rincones salvajes del mundo.
Viajar a Alaska fue una experiencia transformadora. No solo por la cantidad de osos que pudimos retratar, sino por la conexión íntima con la naturaleza que se desarrolla cuando te sumerges en territorios donde el hombre es solo un visitante más. Alaska, la Gran Tierra, sigue siendo un lugar donde la naturaleza gobierna con fuerza indomable, y donde los sueños de un fotógrafo se pueden hacer realidad.