Todos sin excepción, como seres humanos que somos, buscamos amar y ser amados. El deseo sexual nos mueve a buscar la pareja, focalizarnos en elegirla y esforzarnos por mantener el vínculo amoroso que nos permita permanecer unidos logrando proyectos en común, como tener una familia y cumplir nuestros deseos en la vida.
Pero también nacen otras expectativas, desde lograr nuestros anhelos a sentirnos deseados y amados incondicionalmente. Desde pequeños se nos ha enseñado de que en el amor no debemos dar nada por sentado, sin embargo lo olvidamos muy pronto, dejándonos llevar por la rutina, descuidando la relación.
Quizá creamos que, una vez encontrada la persona apropiada, la tarea ha finalizado e irá todo súper bien ¿Pues no les parece que es demasiado? Congeniar todo lo que deseamos con aquello que sentimos nos obliga a aplicarnos, convirtiéndose la relación en un trabajo.
Recordemos que en el siglo pasado, prometer amor para toda la vida, significaba convivir con la misma persona alrededor de 25 a 30 años. Hoy en día, la pareja que en promedio inicia su relación o convivencia a los veinticinco años de edad, podría incluso llegar a vivir sesenta años juntos… “Hasta que la muerte los separe”. Siendo honesta con ustedes, es difícil lograr con éxito este anhelo y lo es, también, librarse de los sentimientos de natural frustración y sufrimiento ante la sensación de fracaso, al no conseguir este objetivo tan deseado.
En este contexto, yo les invito a reflexionar y revisar, cómo se nos ha venido planteando esto de “amar” y vivir en una “relación de pareja”. Después de encontrar a la persona amada y deseada, el mayor desafío estará justamente frente a nosotros mismos. La ruta a seguir será estar atentos y nunca considerar que este amor está garantizado. El espacio común creado requerirá tiempo, trabajo y cuidado; de amar los dos juntos otras cosas.
La relación de pareja siempre necesitará encontrar los espacios y el tiempo para revisar lo que requiere, de tener un “nosotros amoroso”, en el que deberemos trabajar arduamente para salir de las crisis, que sin duda tendrán que vivirse y resolverse para seguir creciendo juntos.
Nadie vino a esté mundo para hacerse cargo de nosotros, ni mucho menos a ser responsable de nuestra felicidad; pero si prometemos amarnos por toda la vida, será entonces prometer conductas amorosas encaminadas a cuidar del amor, ya que los sentimientos podrán cambiar, pero la capacidad y el interés por desarrollar el amor mutuo nunca.
Este amar necesita de nuestra constancia, práctica diaria y trabajo que nos llevará, sin duda, a mantener este sentimiento en la pareja (difícil pero posible). El amor no existe ni se encuentra, se construye a fuerza de amar y esta construcción, una vez iniciada, nunca puede darse por cumplida.