Siguiendo mi pasión por el estudio de la biología y evolución de los reptiles vine a Australia junto a mi esposa Constanza León a principios de 2013 para hacer un magíster en Canberra gracias al programa de Becas Chile. Después de dos años obtuve el título y comenzamos el doctorado en la misma universidad, The Australian National University, donde aún seguimos nuestra investigación, yo en la evolución de las pitones, y ella en la conducta de las aves.
Australia es un lugar muy especial, un país y continente al mismo tiempo. Se ha mantenido aislado del resto del mundo desde que se separó del supercontinente Gondwana hace 100 millones de años, donde estaba unido a Sudamérica y África a través de la Antártica. Aún quedan vestigios y huellas de esta unión, como la presencia de bosques de Nothofagus, el género que comprende a nuestros robles, raulíes y coigües, entre otros.
La vida salvaje de Australia cautiva por su diversidad de especies, incluyendo una amplia variedad que no se encuentra en otros lugares del mundo. Sin embargo, los animales más conocidos son los fascinantes marsupiales, que en el país oceánico registran unas 140 especies con características increíbles, incluyendo canguros, walabíes, koalas y wombats.
Es particularmente atractivo para un herpetólogo como yo – alguien que se especializa en reptiles – vivir en el país con la mayor cantidad de estas especies, unas 900 consideradas actualmente. Destacan el cocodrilo de agua salada (el reptil más grande del mundo) y ocho de las diez serpientes más venenosas del planeta. De hecho, es el único lugar del planeta Tierra donde la mayoría de éstas son mortíferas para los humanos.
Mientras que en África el peligro subyace en ser devorado o atacado por animales enormes como leones e hipopótamos, en Australia estos reptiles son letales debido a las neurotoxinas que producen.
Una de las cosas que en principio más me enamoró de esta región y país es la baja densidad poblacional y lo prístino de la naturaleza. Al viajar a cualquier punto de la costa, te encontrarás con las arenas más blancas del mundo, bosques vírgenes que terminan en la playa, animales por donde mires… rara vez te toparás con otra persona. Es un verdadero paraíso para los amantes de la naturaleza y para quienes buscan desconectarse de la vida urbana.
Durante los próximos meses los llevaré alrededor de Australia ya que es un territorio demasiado diverso e impresionante para una sola historia. Comenzaremos con el sudeste australiano, donde se encuentran las ciudades de Sidney y Canberra.
Belleza Letal
En los últimos cinco años he pasado mucho tiempo en el terreno, acampando, explorando. Me he encontrado con la araña “Funnel-web”, el arácnido más venenoso del mundo, capaz de causar la muerte tan solo 15 minutos después de una mordida. La serpiente marrón del Este (Pseudonaja textilis) – la segunda serpiente más peligrosa del mundo – es demasiado común en la zona que habito. Pese a ello, tu vida rara vez se encontrará en peligro, ya que estos animales no tienen la intención de malgastar sus preciadas toxinas en nosotros, a menos que se vean forzados.
Además de los increíbles mamíferos y reptiles, algo que genera absoluta maravilla son las aves nativas de la región y las complejas conductas que tienen. Un paseo por la ciudad parece en ocasiones un recorrido por el zoológico.
Cacatúas y loros de todos los colores abundan en el gigante oceánico. Diversas aves de gran tamaño, desde cuervos y búhos enormes hasta los Emú – similar a nuestro ñandú o al avestruz – se ven por doquier. En la primavera se observa a todas las aves cortejando y peleando, y una en particular, el Magpie, es tan defensivo que ataca a la gente picoteando sus cabezas al caminar cerca de su territorio. En Australia la fauna está viva, presente en cada paraje… y no te deja olvidarlo.
Texto e imágenes: Damien Esquerré