Para todo biólogo que dedica su vida al estudio, investigación y encuentros cercanos con serpientes – como es mi caso – siempre subyace una gema por descubrir en su hábitat natural. Más que una obsesión, hallar especies tan emblemáticas como misteriosas pasa a ser una misión de vida. El ofidio que suele encabezar el listado de los amantes de estos intimidantes animales es la cobra real (Ophiophagus hannah), la serpiente venenosa más grande del mundo y el verdadero rey de los reptiles.
Con el fin de reunirme cara a cara con el rey (habiendo memorizado de antemano el protocolo de la selva), me embarqué junto a mi hermano Ángel, quien también es fotógrafo, a Bali, una de las islas turísticas más famosas de Indonesia. Lejos de recorrer las paradisíacas playas llenas de extranjeros, nos adentramos en los bosques y montañas del interior de la isla donde se encuentran numerosas e increíbles variedades de reptiles. Entre ellas, por supuesto, la cobra real.
Bali es profundamente espiritual, por algo se le llama la isla de los dioses, ya que su población es primariamente hinduista, en contraste con la mayoría islámica del resto de Indonesia. Una vez que llegamos a esta increíble tierra de montañas volcánicas, icónicos arrozales, playas y arrecifes de coral no podíamos contener nuestras ansias de explorar sus frondosas selvas y dar finalmente con el rey de las serpientes.
Para ello, nos pusimos en contacto con Bali Reptile Rescue, una pequeña organización formada por cuatro personas dedicadas a la educación ambiental y a rescatar serpientes de los hogares de los balineses para poder devolverlas a la naturaleza. Comenzando desde el súper poblado sureste de Bali, nos dirigimos hacia el más remoto oeste de la isla.
En el camino paramos en una enorme caverna sagrada, en su interior tres balineses rezaban devotamente. Lo impactante fue observar a cientos de miles de murciélagos que tapizaban cada superficie rocosa de la cueva. Dicho sea de paso, en Bali muchos animales son considerados sagrados. Pasamos varios días y noches explorando las selvas, costas, campos de arroz y montañas del oeste de la isla sagrada en busca de distintas serpientes. Hasta ese momento, nunca en mi vida había dado con tantas especies de serpiente en tan poco tiempo.
ENCUENTROS CERCANOS
Si de encuentros cercanos es lo que vinimos a hablar, debo mencionar que hallamos varias pitones reticuladas (Malayopython reticulatus), la serpiente más grande del mundo, llegando a medir nueve metros. Pero además de un gran numero de especies de lagartijas y serpientes hermosas e inofensivas, nos encontramos con varias de las más letales.
Entre las rocas de la costa permanecían dos especímenes de krait marina (Laticauda colubrina), una fatalmente venenosa serpiente marina, pero de carácter muy poco agresivo, por lo que raramente existen accidentes con humanos. En los árboles abundaban las víboras verdes (Trimeresurus insularis), y por el suelo dimos con la krait malaya (Bungarus candidus), una de las serpientes con el veneno neurotóxico más potente del mundo, causando rápidamente la muerte por la parálisis del sistema cardio-respiratorio… Sin embargo, nada de cobras reales.
Algo desconcertados, caminábamos durante uno de los últimos días de nuestra expedición por un bosque, cuando una copiosa lluvia monzónica nos atacó. Nos resguardamos bajo un árbol esperando a que pasara, cada vez con menos esperanzas de hallar a la famosa cobra. En eso – apenas dejó de caer agua – Eddie Putu, uno de los miembros del equipo, gritó que tenía una.
Antes de proseguir con el emocionante relato, creo necesario destacar algunas de las razones del porqué se le considera el verdadero rey de los reptiles: La cobra real llega a medir 6 metros y se levanta sobre el piso hasta casi igualar la altura de la mirada humana. Puede inyectar cantidades exorbitantes de veneno, por lo que son consideradas una de las especies más peligrosas del mundo. Su estatus de rey también se le da porque se especializa en comer otras serpientes, incluyendo a las gigantes pitones reticuladas.
De vuelta a la historia. Cuando escuchamos el grito de uno de los miembros del equipo corrimos con el corazón en la mano, para encontrarnos con la enorme y majestuosa cobra que medía al menos 3 metros de largo. Fue un momento increíblemente especial, casi espiritual. A estas serpientes hay que respetarlas como al mar y la montaña, y personalmente no creo que hay espacio para riesgos innecesarios. Nos dedicamos a contemplarla y fotografiarla.
No obstante Eddie, quien la encontró, se arriesgaba excesivamente manipulándola de forma no segura al tomarla directamente del cuello mientras estaba erguida, sin antes asegurar la cabeza contra el piso – como se debe hacer con serpientes venenosas-. Le hice saber mi preocupación, pero me confesó que hace un par de semanas había sido mordido sin presentar, afortunadamente, síntomas graves.
Luego de una de las aventuras más intensas y religiosas en Indonesia, estando en casa a unos meses de nuestro regreso, me enteré de que Eddie había sido mordido por una cobra real. Tristemente perdió la vida luego de unas pocas horas. Descansa en paz Eddie Putu…