Lo que comenzó como un juego de infancia con una cámara entre las manos se convirtió en una forma de mirar el mundo, de contar historias, de dejar huellas. Bernardita encontró en la fotografía no solo una pasión, sino una forma de vida que combina arte, sensibilidad y técnica. Hoy, tras años de dedicación, viajes y aprendizajes, su trabajo emociona, conecta y perdura en el tiempo como un verdadero testimonio de amor.
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- Entrevista: Cristian Muñoz
- Fotografías: Bernardita Aguirre
- Instagram: @bernarditaaguirre
Desde que Bernardita era una niña de once años, la fotografía se convirtió en una parte esencial de su vida. Con __cámara en mano y el consejo de su padre de ser cuidadosa con cada disparo, descubrió el poder de capturar momentos únicos. Aquel juego infantil se transformó en una pasión de años, pero no fue hasta los 43 – casada y con cinco hijos -cuando dio el gran salto: la fotografía dejó de ser un pasatiempo para convertirse en su forma de vida.
El arte siempre estuvo presente en su camino. Pintaba cuadros, diseñaba muebles y trabajaba en decoración, pero fue la fotografía la que logró combinar todos esos elementos en una expresión visual poderosa. Su viaje comenzó con una oportunidad inesperada: reemplazar a una profesora de fotografía que se iba de postnatal. De pronto, estaba rodeada de cámaras, luces y composiciones, perfeccionando su técnica hasta encontrar su propio lenguaje visual.
La llegada de Instagram marcó un antes y un después en su carrera. En solo seis meses, su trabajo se hizo conocido, la demanda creció y sus tarifas se triplicaron. Inspirada en fotógrafas rusas como Elena Shumilova y Julia Zarkh, en cada sesión Bernardita fue desarrollando su estilo, un concepto de Fine Art donde cada imagen se convertía en una historia cuidadosamente construida.
De esta forma, fue creando un vestuario exclusivo para cada sesión. “Yo diseñaba los vestidos y compraba las telas, luego mi mamá los confeccionaba y mi hermana me hacía los tejidos para darle un toque único a cada foto”.
CREANDO RECUERDOS
Con una metodología meticulosa y una profunda sensibilidad, Bernardita no solo toma fotos, sino que crea recuerdos. Cada sesión es un paseo en familia, un espacio de confianza y complicidad. Su don para conectar con los niños y su paciencia infinita hacen que los pequeños disfruten del proceso, logrando imágenes naturales y emotivas.
La exploración del arte la llevó más allá de Chile. En 2016, viajó a Estados Unidos para aprender de una talentosa rusa, descubriendo nuevas formas de ver la luz. La experiencia fue transformadora y marcó el inicio de una etapa internacional en su carrera. A los pocos años, Sony la contactó para ser su embajadora, un reconocimiento a su talento y trayectoria.
Desde entonces, Bernardita ha viajado incansablemente, llevando su arte a distintos rincones del mundo. Estados Unidos se convirtió en un destino frecuente, al punto de obtener una visa de talentos que le permite entrar y salir con facilidad. Ha impartido cursos, realizado sesiones y aceptado desafíos que la han obligado a salir de su zona de confort, como dar clases en inglés, a pesar de que, según ella misma confiesa, «soy fatal» en el idioma.
El 2024 trajo consigo nuevas oportunidades laborales. Una de ellas fue trabajar para Mercedes-Benz en Europa, documentando un exclusivo recorrido donde clientes chilenos conducían autos antiguos por la campiña francesa, capturando la esencia del viaje en imágenes que luego fueron recopiladas en un libro. Pronto repetirá la experiencia en Italia, agregando otro destino a su lista de conquistas profesionales.
Pero más allá de los reconocimientos y los viajes, Bernardita se mantiene fiel a su esencia. Su formación en pedagogía ha sido una base sólida para desarrollar sus cursos online, en los que ya han participado más de 900 alumnos. Esa misma vocación educativa le permite conectar con niños y jóvenes al momento de posar, logrando retratos llenos de naturalidad y emoción. En casi una década de trayectoria, ha inmortalizado con su cámara a más de mil familias, dejando una huella imborrable en cada historia que captura.
A su vez, ha perfeccionado un sistema que equilibra su pasión con la estructura de un negocio sólido. «Menos artista, más empresa», dice, refiriéndose a la evolución de su carrera. Sus cursos online han evolucionado hacia mentorías personalizadas, donde lo que más le importa es ver resultados, acompañar a sus alumnos en su crecimiento y motivarlos a superar sus propios límites.
Su comunidad de fotografía es otro pilar fundamental. Para ella, el aprendizaje no es un camino solitario, sino una red de colaboración donde los colegas comparten recursos, ideas y apoyo mutuo. «Siempre voy a elegir el lado acompañado», afirma. Y esa filosofía la ha llevado a seguir explorando nuevas áreas, como la astrofotografía, siempre en constante aprendizaje.
ESPONTANEIDAD
El proceso con sus clientes es un reflejo de su metodología y dedicación. Desde el primer contacto, busca generar confianza, compartiendo detalles sobre su vida y su familia. Guía a los padres en la selección del vestuario, sugiere locaciones y planifica cada sesión con una estructura precisa. Durante el paseo fotográfico, se asegura de que la experiencia sea relajada y divertida, capturando la espontaneidad del momento.
La edición es otro aspecto que cuida con esmero. Cada imagen pasa por un proceso detallado en Adobe Lightroom y Photoshop, ajustando colores, eliminando distracciones y resaltando la belleza de cada toma. La meticulosidad en su trabajo garantiza que el resultado final sea una pieza de arte digna de enmarcar.
Para Bernardita, una fotografía no es solo una imagen, sino un testimonio de amor, una memoria que perdura. «Que me sientan como una amiga que va a retratar ese momento para su familia», dice. Su compromiso es que cada foto impresa en papel Fine Art, con una durabilidad de casi un siglo, se convierta en un legado, un recuerdo imborrable de una tarde en familia.
Con cada disparo, Bernardita no solo congela un instante, sino que honra una historia, una emoción, un lazo invisible entre quienes se aman. Su lente ha recorrido países, pero su esencia sigue anclada en lo más simple y verdadero: capturar la belleza de lo cotidiano con una sensibilidad única. Hoy, su trabajo es mucho más que imágenes hermosas; es un testimonio de conexión, de arte con propósito y de una mujer que decidió transformar su pasión en un legado que trasciende el tiempo.