Llevamos un buen tiempo escuchando acerca del cambio climático y su impacto. Sobre sus efectos, los científicos coinciden que pueden ser dramáticos ya que el calentamiento global está afectando directamente la temperatura de la tierra, siendo agravado por la forma actual de producir los alimentos, generando además un aumento en el nivel del mar y la pérdida paulatina pero continua de los glaciares.
Pareciera que este año en Chile nos estamos involucrando más en este tema. Es posible que esto se deba a que nuestro país será sede de la próxima COP 25, la cumbre climática más importante del mundo que se realizará el próximo mes de diciembre en Santiago. Otra razón es que aun los más despreocupados del tema, hemos empezado a sentir los efectos del cambio en nuestras vidas cotidianas. Marejadas, tsunamis, trombas marinas y la amenaza de la sequía se ha hecho realidad en gran parte del territorio nacional.
A nivel local, el problema de la contaminación en las zonas Quintero y Puchuncaví ha tenido de cabeza por más de un año a las autoridades regionales buscando responsables y soluciones, produciéndose en paralelo muchas protestas ciudadanas a nivel masivo.
Es así como el cambio climático ha estado presente en la agenda pública generando debates y posiciones de distinta naturaleza. Algunos los miran desde un punto generacional, “los viejos nos han conducido a esto”, otros desde un punto de vista ideológico “son los empresarios y su interés económico los culpables”. Muchos también lo observan desde posiciones más radicales, sea ignorando el problema y pretendiendo que no existe o elaborando sofisticadas elucubraciones. Para ellos, «esto no es cierto, es una invención de algunos», o bien extremando sus posibles consecuencias: «No llegaremos al 2025».
Pero lo cierto es que más allá de las posturas y creencias personales, si realmente queremos cambiar las cosas – y a juzgar por la evidencia científica actual esto no es una opción sino que un imperativo – es necesario pasar de la preocupación y el análisis a la acción.
Y en la acción tenemos que involucrarnos todos. Los gobiernos, la industria, los políticos y los ciudadanos debemos cada uno aportar lo que corresponde. Los gobiernos deberán tomar la delantera aportando visión y decisión. Las empresas probablemente verán afectadas sus formas de producción y distribución y sus costos. Los políticos tendrán que ser responsables en el diseño de normativas y regulaciones adecuadas, sin tratar de llevar agua a su molino. En el caso de los ciudadanos tendremos que sufrir incomodidades, renunciar a muchas cosas y estar dispuestos a sacrificarnos.
No hay otra.