CAPE YORK

Durante los últimos siete años la mayoría de mi tiempo lo he dedicado a la investigación de un grupo de serpientes llamado pitones. Entre las cualidades más llamativas de estos animales está su extraordinaria diversidad de formas y estilos de vida; desde especies que viven en el agua en las planicies monzónicas hasta especies que viven en los desiertos  más secos de Australia. Además, incluyen las serpientes más grandes del mundo. Sin embargo, entre las 44 formas de pitones, distribuidas entre África, Asia y Oceanía, existe una especie con una biología única y una belleza que a mi parecer es desafiada por muy pocos reptiles del mundo.

Estoy hablando de la pitón verde (Morelia viridis), una serpiente que pasa la mayoría de su vida sobre los árboles, y que se transforma de unos juveniles amarillo o rojo brillantes hasta unos adultos más verdes que la selva misma. Esta especie se encuentra únicamente en la isla de Nueva Guinea y en una localidad muy restringida en la península de Cape York en Australia, literalmente en la parte más remota del continente. Para mí, fotografiar a esta pitón en su estado silvestre era una misión central en mi vida.

En esta aventura me acompañaron tres otros biólogos y amigos, Jessica Fenker de Brasil, quien trabaja con reptiles y comparte mi obsesión con estos animales, Ashley Latimer, una paleontóloga aficionada con los animales mas extraños, y Tim Bonnet, un tipo obsesionado con las aves.

Todos teníamos nuestros objetivos personales en Cape York, y esto hacía de la expedición algo muy interesante. La logística no es algo sencillo. Teníamos que volar a la ciudad de Cairns, uno de los destinos principales para conocer la Gran Barrera de Coral, y de ahí conseguir un vehículo grande con doble tracción. Los caminos hacia donde íbamos son de tierra y en muy mal estado en una zona de altas precipitaciones. Íbamos justo antes del monzón, y si este comenzaba mientras estábamos ahí, no había manera de sacar el vehículo hasta el regreso de la estación seca (o “no tan lluviosa”), unos 4 meses después. Tuvimos que conducir por dos días desde Cairns para llegar a nuestro destino cerca del final de Cape York, el Parque Nacional Iron Range. El lugar es un verdadero paraíso terrenal.

La dificultad de acceso hace que exista muy poca gente en esa zona, y principalmente son los habitantes de comunidades aborígenes. Llegas a unas selvas lluviosas prístinas que terminan en una playa turquesa y de arena blanca, sin rastros de humanos. Sin embargo, no es recomendable entrar al agua debido a la presencia de cocodrilos de agua salada y medusas venenosas.

Esta zona de Australia es muy particular por que mantiene los vestigios de una antigua conexión con Nueva Guinea. Esta dos islas colosales tienen una historia entrelazada en el pasado, y comparten muchos elementos biológicos. Por ejemplo, son los únicos dos lugares donde encontrarás a mamíferos ovíparos como el ornitorrinco o el equidna, como también los únicos lugares donde verás canguros y la fauna de mamíferos está dominada por marsupiales. Las selvas húmedas del norte de Cape York son una suerte de museo viviente de esta conexión, donde encontramos especies que sólo habitan esta península y Nueva Guinea.

Durante las ocho noches que pasamos ahí, nos encontramos con varias de estas especies, como el peculiar cuscús (Phalanger mimicus), un marsupial arbóreo con aspecto psicodélico, o la cacatúa de palma (Probosciger aterrimus), un ave de una belleza espectacular que usa palos para tocar los troncos de las palmas como tambores. Otros encuentros interesantes incluyeron al planeador de azúcar (Petaurus breviceps), un pequeño marsupial que se alimenta de la savia de los árboles y se mueve entre ellos planeando como ardilla voladora con la ayuda de unas membranas entre sus piernas, o una jauría de dingos, el perro Australiano que fue introducido por el humano hace unos 4000 años. También logramos dar con el elusivo varano de canopy (Varanus keithhornei), un lagarto pariente del dragón de Komodo pero de menor tamaño y adaptado a la vida en los árboles. La verdad es que cada día estaba lleno de nuevos e interesantísimos animales, ya sean ranas, lagartos, insectos, aves, mamíferos, y por supuesto, muchas serpientes.

Una noche se nos cruzó en el camino una pitón ametistina (Simalia kinghorni), la serpiente más grande de Australia que llega a medir seis metros de largo. Este espécimen sólo tenia unos tres. Sin embargo, la ansiedad por no poder encontrar una pitón verde luego de tanto esfuerzo incrementaba con cada hora sin verla, pero afortunadamente, tan solo en la segunda noche, una mancha verde en nuestra visión periférica mientras recorríamos el camino nos hizo dar con un hermoso ejemplar adulto en las ramas, provocando una avalancha de adrenalina en mi sistema.

La verdad es que pasé varias horas fotografiando a este hermoso ejemplar, ya que era la culminación de muchos años soñando ver a este animal en su hábitat. Lo mejor es que en los otros días vimos dos ejemplares más, y uno de ellos un juvenil de color amarillo brillante, posiblemente aun más hermoso que los adultos. La misión había sido cumplida, y ahora podíamos relajarnos y seguir disfrutando de la fauna única del lugar por el resto de los días que teníamos.

De regreso a Cairns decidimos pasar unos días en otro parque nacional emblemático: el Daintree. Este parque, mucho más accesible y lleno de turistas, tiene de todas formas sorpresas muy especiales. Dimos con un casuario (Casuarius casuarius), una de las aves más grandes y peligrosas del mundo, un verdadero dinosaurio con una enorme cresta y garras que pueden abrirle el estómago a alguien. Aún más, era un macho con sus tres crías, lo que hizo de ese encuentro un momento muy especial. Sin embargo para mí, el encuentro que selló la aventura,  fue con el dragón de Boyd (Lophosaurus boydii), un lagarto con aspecto tolkeniano que vive pegado a los troncos de la selva, que  luego de mucha búsqueda, logramos dar en los últimos minutos antes de emprender el trayecto final hacia Cairns. Este trayecto en el vehículo tapado en barro y rasguños de ramas, fue para los cuatro biólogos a bordo, varias horas con sonrisas de oreja a oreja repasando los increíbles animales que habíamos visto.

   

Damien Esquerré, biólogo y fotógrafo · Instagram: @damienesquerre_photo

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