Armonía entre el Agua y la Tierra
En los mágicos valles del norte de California, donde la naturaleza despliega su esplendor a través del fluir de las aguas que descienden desde las majestuosas montañas hasta el resplandeciente mar, se erige una residencia que rinde homenaje a la armonía entre el agua y la tierra. Este enclave se convierte en un testigo silencioso de la profunda relación entre la ecología, la agricultura y la ciudad de San Francisco.
- Arquitectos: Field Architecture
- Área: 4920 metros cuadrados
- Año: 2021
- Fotografías: Joe Fletcher
Los valles del norte de California, con su imponente belleza natural, sirven como testigos silenciosos de las aguas que fluyen majestuosamente desde sus altas montañas hasta el mar. En este relato de la naturaleza, un valle específico se destaca, enclavado en una cuenca de 27 millas cuadradas y drenado por el sereno arroyo homónimo, un fiel afluente del río Ruso.
Como muchos otros en la región, este valle desempeña un papel fundamental al proporcionar el vital recurso del agua a las tierras agrícolas y a la ecología que sustenta a la ciudad de San Francisco. A lo largo de los ardientes veranos, este rincón del mundo se sume en una sequedad inquebrantable, solo para ser revivido por las lluvias estacionales, un ciclo vital que mantiene su vibrante esencia.
El arroyo, que en verano fluye con timidez, se convierte en un río desbordante en invierno, nutriendo la llanura de inundación que abraza sus orillas. Las gotas de lluvia caen como un regalo del cielo, brindando la tan necesaria humedad y nutrientes esenciales que nutren los cultivos que adornan la tierra fértil del valle. Además, estas aguas pluviales se transforman en una fuente natural de nitrógeno, permitiendo que granjas y viñedos prosperen en este idílico rincón de California.
Fue en respuesta a la llamada de estos valles que los propietarios de esta residencia buscaron una conexión más profunda con la tierra y su ciclo de estaciones. Inspirados por su experiencia en África, donde la relación entre el hábitat humano y la naturaleza salvaje les conmovió profundamente, anhelaban recrear esa misma sensación mientras compartían su espacio con las plantas y animales que habitaban esta tierra.
En lugar de recurrir a influencias arquitectónicas previas en el condado de Sonoma o referencias agrícolas tradicionales del valle, el enfoque se centró en la naturaleza misma, específicamente en los arbustos y áreas forestales sin desarrollar que rodean la residencia.
Esto permitió que las estructuras construidas se integraran armoniosamente en el entorno natural, adaptándose al terreno en lugar de imponerse sobre él. La casa se pliega de manera simultánea hacia adentro y se extiende hacia la tierra, creando un hogar en un espacio de transición que abraza tanto la actividad humana como la vida silvestre.
El proceso de diseño comenzó con una pregunta esencial: ¿Cuál es la condición primordial que moldea la tierra en este sitio? Rápidamente, quedó claro que la presencia y ausencia del agua, el alma de este microclima, eran la clave para desvelar la singularidad de esta geografía.
Utilizando esa condición primaria como punto de partida, diseñamos intencionalmente la casa para reflejar la relación simbiótica entre el agua y la tierra. La presencia cíclica del agua talla metafóricamente un camino a través de la casa y captura la experiencia poética del agua que cae y fluye, regocijándose en este recurso precioso.
Este concepto central se convirtió en el motor impulsor de la arquitectura. Al ceder el entorno construido a las mismas fuerzas naturales que dan forma a la tierra, la casa colabora con los sistemas hidrológicos naturales que nutren el paisaje.
CEDRO DE 500 AÑOS
Elevada sobre el valle, la residencia se encuentra en un punto de convergencia, donde los frondosos bosques de las montañas se encuentran con los viñedos de menor altitud. El suave crujido de los pies sobre un camino de grava anuncia la entrada al recinto de la casa. Una cuña de cedro de 500 años, colocada a lo largo de este sendero, invita a un momento de contemplación y pausa mientras uno se acerca a la entrada.
La presencia del agua es casi imperceptible pero inmediata. Sin darse cuenta, uno sigue su flujo que se materializa en la casa, tanto en sentido metafórico como físico. Los dos primeros pabellones, sólidamente plantados sobre bases de piedra, aparecen ligeramente separados, evocando la imagen de rocas que desvían el torrente mientras fluye río abajo.
Al otro lado, se vislumbra una piscina al aire libre, como si el agua fluyera entre ellos y más allá. Estos dos pabellones albergan los espacios habitables de la casa.
Un tercer espacio de dos pisos, que alberga los dormitorios y una oficina, se encuentra estratégicamente situado a un lado. Además de proporcionar refugio, funcionan como captadores de lluvia, participando en la belleza de su movimiento. Con sus techos compuestos por dos planos triangulares ligeramente inclinados, capturan el agua en canales centrales y la dirigen hacia cuencas llenas de piedras de río.
Al tiempo en que el agua desciende en espiral desde los techos entre los pabellones, las estructuras parecen capturar la lluvia de las nubes y guiarla suavemente hacia el acuífero subterráneo. Durante el verano, cuando las cuencas están secas, simbolizan el retorno anual del agua nutriente.
Ingresando al salón que contiene la cocina y el comedor, se observa un edificio separado que alberga la biblioteca y las áreas de estar, uno se da cuenta de que, al igual que el agua en su búsqueda de equilibrio, las áreas interiores de la casa fluyen hacia el exterior. Los elementos de cocina, limpieza y almacenamiento están perfectamente integrados en las superficies verticales de las habitaciones.
El recorrido por la casa juega con el tiempo y los ritmos naturales, el calor del sol, las brisas frescas, el susurro de las hojas, como medios para desbloquear la experiencia completa de vivir en ella. Los suelos de los pasajes están revestidos de piedras de río, recordándote que el agua da forma perpetuamente a esta tierra, a este sitio.
A medida que las paredes envejecen, su pátina registra los efectos naturales del clima y al mismo tiempo resiste los riesgos regionales: la lluvia, la sequía, el fuego y el sol.