La rotación de la Tierra sobre su eje expone a los seres vivos que habitamos la superficie a ciclos de luz y oscuridad constantes. Los seres humanos, al igual que muchas otras especies, han desarrollado relojes moleculares que funcionan en ciclos de 24 horas y marcan el ritmo a nuestro ciclo circadiano (del latín “circa” -alrededor- y “diem” -día-) para así ajustar nuestra actividad a los periodos de luz durante un día, y que el cuerpo descanse y se recupere durante las horas de oscuridad.
El núcleo supraquiasmático (NSQ) – un grupo de miles de neuronas organizadas en el hipotálamo – es el centro principal de regulación de los ciclos circadianos, nuestro reloj biológico. Esta estructura es muy sensible a la luz del medio exterior y responde a ella activando distintos sistemas internos que se hacen cargo de organizar la información y desencadenar una serie de respuestas moleculares.
Nuestro ritmo circadiano nos permite regular funciones tan básicas e importantes como el sueño, horarios de comidas, temperatura corporal y secreción de algunas hormonas.
Gran parte del estudio de este ciclo se centra en dos hormonas muy importantes: la melatonina y el cortisol.
La melatonina es la conocida “hormona del sueño”. Sus niveles más altos se encontrarán al final del día para estimular el descanso y su secreción se ve fuertemente inhibida por el exceso de luz artificial durante las tardes.
Por otra parte tenemos el cortisol, hormona que tiene su peak más importante en la madrugada para mantenernos activos y “despertar” nuestro organismo.
Sin embargo, en la sociedad actual hay muchísimos factores externos que fácilmente alteran el funcionamiento normal de este ciclo. Dentro de estos, encontramos la exposición a luz artificial, horarios de trabajo irregulares, exposición prolongada a pantallas, estrés crónico, alimentación y hábitos no saludables y estilo de vida acelerado, entre muchos otros. Esto produce importantes desajustes en nuestro reloj interno y finalmente nos lleva al desarrollo de desequilibrios y problemas de salud tanto físicos como emocionales.
¿Qué problemas puede traernos la desregulación circadiana?
- Trastornos del sueño y la energía: insomnio, fatiga crónica
- Dolor de cuerpo crónico y migraña
- Alteraciones en nuestro estado de ánimo: ansiedad, irritabilidad
- Alteraciones metabólicas como sobrepeso y obesidad
- Dificultad para concentrarse y otras alteraciones cognitivas
- Aumento en riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes mellitus 2 e hipertensión arterial
¿Cómo podemos contribuir a mantener reloj interno regulado?
- Exponernos a la luz del sol en las mañanas
- Evitar usar luces artificiales en casa, sobre todo en las tardes
- Establecer una rutina a la hora de dormir: ir a la cama y levantarse más o menos a la misma hora todos los días nos ayuda a sintonizar nuestro reloj interno
- Cuidar nuestro ambiente de descanso: asegúrate de que tu pieza esté ordenada, tranquila y con una temperatura estable y no muy cálida a la hora de dormir.
- Realizar la última comida al menos dos horas antes de irnos a la cama nos ayudará a que el proceso de digestión no se interponga con el sueño.
Nuestro cuerpo al igual que el de todas las especies que habitan este planeta, están perfectamente diseñados para funcionar en armonía con la naturaleza. Con la evolución y los avances de la tecnología el ser humano se ha desconectado cada vez más de los ciclos naturales.
Ponernos atención y escuchar las señales de nuestro cuerpo es un acto revolucionario para cuidar de nuestra salud y mantener nuestro bienestar integral…