La imagen de Viña del Mar ha sido altamente cuestionada. El deterioro de sus calles, el descontrol del comercio ambulante y la alta densificación urbana, entre otros males, han sido portada de varios medios editoriales. Más grave aún es la situación del estero transformado en un gran baño y basural informal a pasos del edificio consistorial. La falta de mantención de las áreas verdes o los rayados que afectan los muros de mampostería del Cerro Castillo y buena parte del centro histórico apuntan como principal responsable al municipio viñamarino. Siendo la ciudad con mayor porcentaje de campamentos de todo Chile (25%), el slogan de “Ciudad Bella” se debilita hasta casi desaparecer.
Vinculándose al entramado urbano y coyuntura territorial, la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) de Valparaíso no ha querido permanecer ajena a esta discusión. Durante la XVI versión del ciclo Construyendo Región se presentó la primera conferencia del año con el tema “Viña del Mar: ¿Ciudad Bella?”, conversatorio intervenido por un panel de expositores de alto nivel, todos especialistas en sus ámbitos académicos y profesionales y referentes en sus temas, que compartieron sus visiones con el público a través de exposiciones individuales y en un foro con los demás ponentes.
GENUINO & PATRIMONIAL
Bajo la ponencia denominada “Viña del Mar: ¿Ciudad Bella? Una visión desde la historia”, expuso en primer término el historiador Rodrigo Moreno, doctor en Historia por la Universidad de Sevilla. Realzando el nombre Viña del Mar como genuino y patrimonial, al constatar su registro en el mapa de un bucanero británico de 1682, el doctor Moreno expresó como primera hipótesis que “tenemos un nombre patrimonial y lo usamos poco porque a nuestras autoridades no les llena el nombre y buscan otro para sentirse mejor representados”.
Respecto a la avalancha de frases publicitarias que sacudió la Ciudad Jardín a partir del año 2000 y, aludiendo específicamente al de Viña Ciudad Bellla, el también director del Departamento de Historia y Ciencias Sociales de la Facultad de Artes Liberales de la UAI destacó la necesidad de mejorar la identidad de la ciudad, abandonando el modelo seguido que apuesta por un marketing que privilegia una imagen hoy cuestionada.
“Los slogans han existido siempre, pero cuando mueran tenemos que hacernos cargo de lo que hicimos en el pasado. Si me preguntan mi opinión a mí me gusta el nombre Viña del Mar. Es un nombre genuino, único […] Ciudad bella hay muchas en el mundo, pero creo que su nombre patrimonial que tiene unos 450 años es más importante”.
Luego, pasó revista a la actualidad de la ciudad como resultado de un proceso histórico marcado en diversas etapas por las vocaciones económicas imperantes. “Viña del Mar tiene sus orígenes como ciudad residencial, industrial y turística” – argumentó -, resaltando que en la actualidad sólo se enfoca en el turismo y que no debe olvidar esas otras vocaciones. “Mi opinión como historiador es que con los años, con las décadas, se va deformando la esencia de la ciudad y comenzamos a priorizar una vocación en desmedro de otra”.
ESTÉTICA DE LAS CIUDADES
Bajo la ponencia «De la belleza a la estética de las ciudades», el psicólogo Felipe Valdivieso, doctor en Sociología por la Universidad París-Dauphine, preguntó a la audiencia ¿Hoy día, Viña es una ciudad más bella que hace 10 o 15 años?, aludiendo que en los rankings de calidad aparece siempre en los Top Ten. “Como todo imaginario que tiene dos caras podemos hojear en revistas, publicidad, imágenes muy bellas de Viña del Mar, pero también vemos mobiliario urbano que está en el centro de la ciudad que no refleja precisamente la idea de ciudad bella”.
¿Importa que sea una ciudad bella? – replicó-, discusión algo estéril en su opinión, ante la imposibilidad de llegar a un consenso con quienes profesan distintas maneras de pensar. Por el contrario, “si abrazamos el lema de la Bienal de Arte en Venecia del año 2000, menos estética, más ética, podríamos entonces comenzar a pensar en una estética de la ciudad”.
Acuñando la frase proclamada en 1889 por uno de los padres del urbanismo, Camilo Sitte, la planificación de las ciudades no es un problema técnico sino también artístico. Valdivieso – también profesor del Departamento de Psicología Social de la Escuela de Psicología de la UAI – subrayó la idea de una belleza decente, que no sea simplemente de apariencia sino que tenga una suma entre valores éticos (como sustentabilidad, vivienda, calles, transporte, seguridad, espacios públicos con valores artísticos).
Bajo la premisa de que todos aspiramos a ser protagonistas de nuestro futuro buscando una estética urbana que reúna ambos valores – éticos y artísticos – Felipe Valdivieso volvió a preguntar cómo lo hacemos. “En mi opinión, la respuesta es colectiva y viene en forma de conversación. Más que aspirar a un cierto utópico de una ciudad bella, podemos generar una conversación, a mi juicio urgente, sobre cómo podemos lograr una integración en la búsqueda de acuerdos sobre la ciudad. Que permita, tal vez, no encontrar una respuesta definitiva, pero sí un camino”.
Para ello debemos incluir en esta conversación a un equipo interdisciplinario que contenga, por mencionar algunos, “urbanistas, arquitectos, pero también biólogos, artistas, geólogos y, por supuesto, psicólogos. La comunicación y participación también son relevantes en una conversación”, sentenció.
PISCINAZO URBANO
La tercera exposición fue turno del arquitecto Luis Valenzuela Blejer, Doctor en Diseño, Harvard University, quien bajo el tema «La bipolaridad urbana de Viña del Mar», planteó la hipótesis de que a medida que esta ciudad se ha desarrollado se han omitido distintas realidades. “Realidades polarizadas, que cada vez están más distanciadas y separadas, cada vez más divergentes. A medida que eso sucede emergen nuevos conflictos urbanos”, argumentó.
Utilizando como ilustración una fotografía de un grupo de viñamarinos protestando en las afueras del Hotel O´Higgins, en lo que fue la premiación a la reina del último Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, Valenzuela Blejer puso de manifiesto el tener que lidiar con realidades opuestas diametralmente. “Existe una línea que separa a aquellos que viven en las partes más altas de los cerros de Viña con quienes viven en el sector céntrico provocando un conflicto cada vez más acentuado”.
Con tal de explicar el mencionado fenómeno, el Doctor en Diseño manifestó que “ha habido una transformación cualitativa y cuantitativa de la calidad del empleo que provocan una degradación de la media de los ingresos y una alta migración urbana también de bajo nivel de educación. Por lo tanto – puntualizó – creo primordial establecer una agenda de conversaciones que posibiliten un diálogo de encuentro donde se puedan establecer puentes, al menos, de conversación entre estas realidades”.
CIUDAD FELIZ
Por último expuso el psicólogo Jorge Sanhueza, doctor en Ciencias Sociales por la Tilburg University de Holanda, quien presentó «Viña del Mar: la ciudad como experiencia de felicidad», destacando el valor de lo experiencial para el desarrollo de los proyectos de vida personal o familiar, al tiempo que lamentó la paradoja que enfrenta como ciudad turística, donde “aquello que es valorado por los otros que no viven en Viña, se transforma en el malestar de quienes viven acá”.
Para ello, plasmó los datos proporcionados en el estudio Barómetro Imagen Ciudad 2017, donde Viña del Mar es percibida como una ciudad altamente deseable para vivir, trabajar; un buen lugar para estudiar o visitar. La pregunta válida es, quienes viven en esta ciudad ¿perciben lo mismo?
Manteniendo como eje central la ciudad como experiencia de la felicidad, el también decano de la Escuela de Psicología de la UAI, responde que “indistintamente de los sectores socioeconómicos, de nuestros antecedentes, del lugar territorial donde se vive, cada uno de nosotros quiere ser feliz. […] Y lo que hacen las personas en las ciudades es buscar la manera de satisfacer esta necesidad. Lo que estamos planteando aquí por cierto es si esta ciudad cumple con este rol y cómo lo hace”.
Dejando abierta la reflexión hacia el público, Sanhueza Rahmer propone que la mejor manera de generar una felicidad duradera supone el dominio de lo personal, de que en lo cotidiano seamos capaces de generar los cambios necesarios. “La ciudad requiere de procesos de diálogos sociales que nos permitan pensar y compartir. Y aunque coincido con Luis en que no vamos a encontrar consensos, la gracia es destapar lo mejor que tenemos proyectándolo en términos de lo que viene”.
Finalmente, una de las claves para construir una mejor ciudad es pensar en aquello que nos hace bien, felices, en nuestro bienestar. “Probablemente pensamos en una ciudad que nos permite valorar la vida, ser uno mismo y expresarse libremente. Eso es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros”, sentenció.
Texto: Cristian Muñoz Caces / Imágenes de expositores: Gentileza CChC Valparaíso