Los adolescentes son niños en transición, no jóvenes adultos. Porque sus necesidades, incluyendo las emocionales, son aun de niños. Uno de los errores comunes que cometemos los padres y los adultos en general, es creer que ya son jóvenes independientes, que pueden ir y venir a su antojo. Y como el estar con nosotros les parece aburrido, creemos o pensamos que ya no nos necesitan.
Muchos describen a los adolescentes de hoy, como una generación apática, que “no está ni ahí”. Sin embargo es cuestión de estar atentos y escuchar, como una gran cantidad de jóvenes mantiene un concepto negativo de sí mismos, considerándose poco valiosos. Tales manifestaciones, son el resultado natural de cuando un niño o niña creció no sintiéndose verdaderamente vinculado a sus padres o a otro adulto significativo, creyendo que nadie se preocupa verdaderamente por ellos.
Así, algunas de las consecuencias más alarmantes de este abandono, son la depresión, la agresividad y rebelión ante las normas. Pueden haber cambiado las formas de divertirnos, la moda o el uso de la tecnología. Sin embargo, continuamos siendo seres humanos, quienes lo único que nos puede ayudar a crecer y a convertirnos en personas estables y creativas, es la comunicación del amor.
En una etapa donde nuestro adolescente lucha por “Ser”, se hace urgente crear los espacios donde exista la conversación, pasar tiempo con ellos y sobre todo compartirles acerca de nuestra vida. Todo esto, con la idea de crear confianza y un intercambio entretenido de su día. Si a un adolescente le preguntas como está, lo más seguro es que responda sin ganas y con monosílabas, sin embargo si partimos por compartir nuestras experiencias estaremos abriendo la puerta para que ellos nos compartan las suyas.
No sirve de nada interrogarlos porque se dan cuenta que lo único que queremos es controlar o revisar su conducta, sintiéndose poco queridos con aquel interrogatorio. Si los descuidamos y permitimos restarles tiempo, se va produciendo distancia, y esta falta de comunicación los daña en su ánimo y estima personal. Temen ser rechazados o castigados, pensando que si nos cuentan lo que les ha ido pasando los rechazaremos, quedando muy solos, siendo lo más seguro que busquen este afecto y reconocimiento en los amigos reales o virtuales, se encierren en sí mismo o recurran al consumo de alcohol y otras drogas.
Cuando un hijo o hija adolescente nos confronta y nos pone a prueba con una conducta desafiante, no tengamos miedo y no nos enojemos. Debemos atender la situación, ya que nos está diciendo algo importante para lograr su independencia. Mejor seamos cuidadosos de no reaccionar descalificándolos, tratando de ser capaces de comunicarles nuestros sentimientos y preocupación por lo que le ocurre, de modo sincero y sin gritos.
El principal factor protector para nuestros adolescentes en esta vida tan agitada, es darles la oportunidad para realmente conversar de los que a ellos les interesa. ¿Les estamos dando el espacio para hacerlo? Aprovechemos los momentos de cercanía y confianza con nuestros hijos. Cuando nos busquen, hay que dejar lo que estamos haciendo y prestarles atención.
Algunas sugerencias para propiciar la conversación:
– Asegurarse no tener prendida la televisión, ni el celular, ni la computadora al momento de conversar.
– Buscar una actividad, como escuchar juntos su música; hablar de algún tema que les interese o, hacer algún deporte para compartir.
– Descubrir puntos en común, hablando de otras cosas que no sea de las notas o de sus amigos.
– Manifestar empatía y tratar primero de comprender los puntos de vista de tu adolescente, sin discutirle o criticarle lo que te dice, haciendo prevalecer los tuyos. Cuando termine, ya tendrás el tiempo para mostrarle tu mirada al respecto.
– Antes de preguntarles… ¿Qué hiciste o con quien estuviste? Mejor comienza compartiéndole tu día y verás cómo se relaja, participándote más de sus cosas y experiencias.