Despedida a un ser amado

Un espacio en que Patricia Valdés y Paula Pinochet invitan a sentir-nos y descubrir-nos, sin más expectativas que un buen vivir… “Ahora no se desean las estrellas: apáguenlas todas; Empaquen la luna y desmantelen el sol; Talen los bosques y vacíen los mares. Porque a partir de hoy sólo habrá pesares…”

Blues del Funeral, W.H Auden.

Hoy nos permitimos ocupar este espacio para compartirles la despedida de uno de nuestros padres. Tuve el honor de acompañarlo en sus últimos momentos, abrazándolo, rezando y cantando, esperando su último respiro. Siempre decía que quería una muerte digna y así fue.  “El buen morir es parte del buen vivir”.

El dolor ha dejado dos alternativas: evadir y vegetar o sufrir y empezar el duelo.  Hemos elegido la segunda y, como el escribir sana, escribiremos sobre mi padre que dejó el mundo con 90 años bien vividos. Escribiremos para honrar su vida y su muerte ya que él supo amar sin juicios ni condiciones. Amó y apoyó a su gran familia y fue amante de la tierra, la lectura, el arte y la historia. 

Carta a mi padre

Y creemos que siempre hay tiempo…

Que es normal que simplemente estamos y estaremos.

Un día cualquiera de cualquier manera, 

 se nos va un ser querido y todo se detiene.

La muerte nos visita, nos abraza y nos ahoga,

no podemos elegir y es un día horriblemente diferente.

Tu mundo se paraliza, pero casi todos siguen igual.

No sabías que podría existir un dolor tan grande,

no cabe tanta pena en tu cuerpo,

dejó de respirar, dejó de existir, dejó de sentir.

Un duelo es solo dolor,

dolor que te aplasta, te ahoga, te fatiga.

Dolor que se respira, se come y te supera.

No lo veras más, nunca más.

Tu corazón se congela y empiezas a ser parte de un mal sueño.

Donde te abrazan, te hablan, te contienen y simplemente lloras,

pero debes seguir ahí, aunque quisieras que fuera un día más,

de esos tristes o grises o desganados,

O de esos alegres, bien sonreídos y festejados.

Pero sigues recibiendo condolencias, coronas y flores.

Se reza, se habla, se calla y de nuevo se llora.

Las lágrimas no cesan, te rebalsan, te ahogan.

Que alguien me despierte para así no sufrir más,

sigo en esta pesadilla donde mi padre ya no va a estar.

De este mal sueño tránsito a ensueños de momentos vividos.

De los abrazos bien dados,

de los ´te quiero´ reiterativos.

De los cumpleaños celebrados,

de las historias repetidas,

de los desacuerdos sobrellevados, 

de tantos días sonreídos.

Y hoy te despido padre con el corazón partido,

con el alma en paz de haberte honrado y acompañado.

De haberte agradecido tanto amor y habértelo correspondido.

A nuestros lectores

Hoy les pedimos que abracen a sus seres queridos, que ninguna diferencia les arranque un te quiero bien dicho, un abrazo apretado o un café bien conversado.

Que se esfuercen con amor y sabiduría para vivir cada día, cada situación y cada emoción en paz y serenidad. Pues la vida no perdona, somos seres finitos que no sabemos cuándo nos vamos o de quién nos tocará despedirnos. Confiemos en que no será un adiós sino un hasta siempre.

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Por Catalina Marowski Aguayo Psicóloga clínica Psicoterapeuta de adultos Certificada en EMDR y Coaching (PUC)

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