Un espacio en que Patricia Valdés y Paula Pinochet invitan a
sentir-nos y descubrir-nos, sin más expectativas que un buen vivir…
“La nostalgia es un dulce lugar para un poeta y un escritor, pero es una distracción. No se puede vivir en una distracción”. (Gulzar)
Imaginémonos: una persona en la playa recostada en una reposera con sus ojos cerrados, respirando profundamente el aire marino y saboreando la brisa salina del mar. A lo lejos se escuchan las risas de los niños jugando en el agua junto a conversaciones alegres y distendidas. Al instante, siente en su hombro alguien que lo toca y le dice – señor póngase la mascarilla -.
Aterrizaje forzoso a esta realidad de la que cada uno ha elegido aceptar, cuestionar o desafiar. Pero todos, y cada uno de nosotros, añoramos los tiempos en donde circulábamos libremente y disfrutábamos de nuestro entorno. Una dulce y sombría nostalgia.
Según la RAE, nostalgia se define como “tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida”. Emoción relacionada directamente con el tiempo y el libre fluir por la vida; al recordar un momento feliz de nuestras vidas aparece un cierto pesar o añoranza.
Es normal recordar los buenos momentos con nostalgia, pero en varias columnas hemos hablado de la importancia de vivir el presente en conciencia.
La nostalgia, por otra parte, es una emoción sana hasta que comienzas a evadir el presente y a mirar el pasado como una estatua de sal, rigidizándote para vivir nuevas experiencias, perdiendo interés por el hoy y hasta por la vida.
No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor, pero sí es verdad que podemos aprender, agradecer nuestro pasado y seguir nuestro camino.
Sveltlana Boym expresa que hay dos tipos de nostalgia: una reflexiva que mira hacia el pasado con la certeza de que todo ha cambiado, pero para mejor, y la nostalgia restaurativa, aquella que mira el pasado como perfecto, buscando restaurar una Edad de Oro idealizada. ¿Cuál crees que potencia el buen vivir?
Hoy queremos invitarlos a revisar esta emoción, el dulce dolor como le llaman. Las personas tendemos a glorificar lo perdido como la juventud, un trabajo, un ser querido, una pareja.
Debemos evitar que todo lo vivido en el pasado nos bloquee nuestro presente, la limpieza debe hacerse si es necesario. Debemos tomar atención a nuestras quejas, remordimientos, arrepentimientos o si estamos constantemente comparando nuestra situación con lo vivido en el pasado (que quizás hasta sea una fantasía de nuestra mente).
Avancemos, experimentemos esa sensación de dejar lo que no sirve, recordar con alegría, agradecimiento y sin dolor nuestras vivencias. Nosotros somos todo a la vez, pasado, presente y futuro, aceptemos que todo es evolución y cambio.
Y si no nos gusta este presente, seamos agentes de cambio, como dijo la Madre Teresa de Calcuta «A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar; pero el mar sería menos si le faltara una gota».
¡Vamos! y disfrutemos el camino.