El buen vivir:
Un espacio en que la terapeuta Patricia Valdés y la psicóloga Paula Pinochet invitan
a sentir-nos y descubrir-nos, sin más expectativas que un buen vivir…
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
(Extracto Poema Itaca de Konstantino Kavafis)
Marzo siempre se acompaña con algún inicio, y todo comienzo se asocia a algún logro. Partimos con un objetivo, una meta o un desafío, al que le agregamos el anhelo y la motivación de concretarlo.
Un nuevo trabajo, o una nueva casa, un nuevo año académico o una nueva rutina de ejercicios, o tantas y tan variadas situaciones que nos proponemos, son objetivos que en ocasiones empezamos con poco análisis y nada de planificación, ya que nuestra sociedad occidental valora y premia el éxito, lo logrado, lo ganado o lo obtenido en el menor tiempo posible.
Precisamente en esa inmediatez y competencia muchas veces nos perdemos en el esfuerzo por logros que en ocasiones no distinguimos si son propios o impuestos por la sociedad. El éxito está tan sobrevalorado y no es más que el resultado o término de algo.
Creemos que dicho éxito debe ser acompañado por la conciencia de sabernos seres espirituales que sentimos, razonamos y valoramos nuestras vidas según nuestra crianza, nuestra identidad familiar, educación, así como nuestra percepción del mundo, sueños y expectativas, para que finalmente todo confluya en nuestra definición de qué es para cada uno de nosotros ser exitosos.
Hay quienes disfrutan cada pasaje del camino, se concentran en el paso que dan más que adonde llegarán, y para ellos el éxito es el avance. Por otra parte, hay quienes se focalizan en el objetivo, y el recorrido sólo cobra valor mientras más se acercan a la meta, sin reflexionar o detenerse en el costo personal o familiar que ello implica.
El poema con que iniciamos esta columna es sobre la importancia de lo andado, de hecho, nos invita a desear que nuestro camino sea largo, lleno de aventuras y de nuevas experiencias. Las dificultades y obstáculos no aparecerán como tales si mantenemos un “pensamiento elevado”.
Si logramos tomar conciencia de que muchas veces somos nosotros mismos los que nos boicoteamos – al no saber con certeza lo que deseamos – podríamos confiar que nuestra alma sabrá qué hacer comprendiendo que toda circunstancia forma parte del camino y podrá ser entendida como necesaria para nuestra vida y lo que queramos llegar a ser.
Este es un buen momento para pensar dónde ponemos el acento en nuestras vidas, en lo conseguido o en lo recorrido. La moraleja de Itaca, escrita por Konstantino Kavatis, plantea que nuestra atención esté en el disfrute del camino y en ese andar: descubrirnos y conocernos.
No es vivir, es cómo vivir. No es conversar, es cómo conversar. No es amar, es cómo amar. Es decir, no es la meta, es cómo llegamos a ella.