En Pichilemu el publicista y realizador audiovisual Rodrigo Farías Moreno encontró su lugar en el mundo, sintió la verdadera. conexión con el mar, la cultura del surf y las comunidades locales. Un estilo de vida capturado en su lente durante los últimos quince años y que hoy ven la vida en su libro, “Pichilemu: la Capital del Surf ”.
- Relato de Cristian Muñoz
- Fotografías de Rodrigo Farías Moreno
Rodrigo Farías Moreno, es publicista y desde muy pequeño sintió una enorme conexión con Pichilemu. “Mis abuelos venían acá a veranear, y cuando yo nací se construyeron una casa, entonces el único lugar de destino para mi familia era Pichilemu en una época muy linda, en que esta zona costera aún no vivía el boom turístico”.
Con el tiempo, mientras la ciudad crecía ligada al mundo del surf, Rodrigo fue incursionando en un deporte distinto. “Solo jugaba fútbol, pero cuando veraneaba en Pichilemu me animaba a tomar una tabla y comenzar a surfear. Hablo de los años noventa. Poco antes habían llegado los pioneros.
Con el primer campeonato de surf, realizado en 1990, la ciudad fue cobrando mayor renombre tanto nacional como internacionalmente. “Pronto a cumplir la mayoría de edad te das cuenta de lo que significa este deporte, y cómo se iba convirtiendo en una mini industria que movía a gente de Estados Unidos, Hawaii, Brasil o de Australia, a querer montar las olas de Punta de Lobos, Puertecillo, Matanzas o Infiernillo”.
DE SURFISTA A FOTÓGRAFO
Consciente de sus limitaciones sobre la tabla – en comparación con sus amigos que progresaban día a día – Rodrigo opta por comenzar a registrar la belleza de Pichilemu en el lente de una cámara.
“Siempre me interesó la fotografía. Y aunque no tenía mayores ejemplos de fotógrafos en mi familia, ni había una cámara en casa, sentía cierta inclinación por este arte. Así que acudí al centro comercial y adquirí mi primera cámara, la cual por cierto pagué en mil cuotas, para comenzar a desarrollarme en la parte visual”, recuerda.
Lo positivo, es que en aquel tiempo todos querían surfear y eran muy pocos los que estaban dispuestos a dejar de lado la tabla y agarrar la cámara habiendo un día de olas espectaculares.
Algo desorientado, estudió durante dos años la carrera de agronomía, pero sin mayor éxito. “Entendí que lo mío iba por el lado audiovisual, así que estudié publicidad y me fue excelente”.
VIVIR EL SUEÑO
En sus 25, aún joven, Rodrigo Farías debió enfrentar una crucial decisión: desarrollarse en la capital de Chile como publicista y asegurar un buen puesto de trabajo o aventurarse a vivir durante todo el año en Pichilemu para abrirse camino en una profesión que hasta entonces se manejaba en aquella zona a través del canje.
“Tardé un par de años en montar mi primera agencia de publicidad enfocada netamente en el surf y en las pymes vinculadas a este deporte”, relata. Trabajaba mayormente con amigos deportistas intentando conseguirles auspiciadores, también se movía con restoranes costeros, con tiendas de accesorios para surfistas, entre otros negocios.
Pero Rodrigo no era el primero ni el pionero. “Obviamente había más revistas – Marejada, Demolición – y otros fotógrafos que llevaban años en eso, así que me enfoqué en trabajar directamente con Ramón Navarro”.
El foco estaba puesto en conseguirle a este enorme surfista un auspicio grande que le permitiera seguir con su carrera al desligarse de los problemas de financiamiento que conlleva competir en el circuito mundial de surf. ¿La estrategia? Poder grabar las mejores olas de Ramón en alta calidad.
SAN SEBASTIÁN
En 2006, el publicista audiovisual logró dar vida a su primer documental, filme que con una duración de 45 minutos fue seleccionado para el Festival de Cine del Surf, en San Sebastián. “Viajé al país vasco y pude ver cómo era una ciudad de Europa que vivía en conexión con este deporte, lo que me abrió la mente de inmediato. Pensé, ́esto es lo que se debe hacer en Pichilemu ́, obviamente guardando las proporciones”.
El objetivo nunca estuvo tan bien enfocado. En adelante, el Festival de Cine de Surf y el Festival de Cultura de Surf en Pichilemu serían organizados y producidos por Rodrigo Farías. “Ahora, cuando tienes unos 25 o 27 años sabes que los resultados no llegan de inmediato, pero mi postura era: ́Ok, si sigo haciendo esto por un buen tiempo va a valer la pena. Y así fue ganando experiencia. El mundo del surf fue creciendo y hoy los festivales gozan de gran popularidad”.
CAUSA CAPITALINA
Pero llegó el momento del amor. Y las circunstancias llevaron a Rodrigo a vivir con su esposa y dos hijos en Santiago por un par de años dedicándose al marketing de surf, tiempo en que el sueño de radicarse en Pichilemu no se apagó ni por un segundo.
“Mi ilusión y pasión seguían en la capital del surf. Volví a trabajar con Ramón Navarro enfocado en registrar las olas más grandes de Chile. Eso fue en 2013. Además, Ramón estaba enfocado en la protección de Punta de Lobos como territorio, lo que me motivó aún más”.
Todo lo que había hecho Rodrigo hasta ese momento cobró sentido. “La cultura del mar, la fotografía, el contar historias, las maniobras de los surfistas, tenía ahora un verdadero propósito: el proteger las olas”, relata.
Así, Rodrigo Farías y Ramón Navarro emprendieron un nuevo rumbo, trabajando con Patagonia como sponsor en esta noble iniciativa que contempla diversos mecanismos de conservación que aúna a las comunidades locales, a los emprendedores, tiendas, deportistas, y a todos quienes trabajan porque un pueblo costero llegue a ser sustentable.
UN MAR DE ENERGÍA
“Siempre he dicho que el mar es una fábrica de hacer buenas personas. Basta darte un baño para revitalizarte, para llenarte de energía positiva, para esbozar una sonrisa. Por ello, mantengo el interés en conectar a las comunidades con el deporte, con el surf como cultura, como un estilo de vida que te impulsa a cuidar el entorno y valorar los recursos naturales”.
Con esa misma energía, el publicista y productor audiovisual decidió regalarle a su gente un libro, “Pichilemu, la capital del Surf”. 300 páginas y más de 280 fotos en un material recopilado durante quince años hacen de esta edición una verdadera joya para los amantes del deporte rey de las olas.
Un libro que refleja esa mezcla de campo y playa, que retrata las olas y su gente, a turistas y surfistas, y uno que otro campeonato. “Y es que Pichilemu se merecía un libro, un recuerdo que valga la pena”. Rodrigo ya está pensando en el segundo libro, esta vez de toda la costa chilena. ¡Estamos ansiosos conocer su nuevo trabajo!