Un espacio en que Patricia Valdés y Paula Pinochet invitan a sentir-nos y descubrir-nos, sin más expectativas que un buen vivir…
¿Les ha pasado que ante un mismo hecho cada persona tiene una mirada diferente, una opinión distinta, su propia interpretación e incluso una verdad absoluta que defiende con sus palabras? A lo largo de la vida vamos formándonos con ideas, creencias, valores, conocimientos que plasmamos y comunicamos por medio de las palabras.
Definida como “una unidad lingüística, dotada generalmente de significado, también como una voz, un vocablo, una expresión”, etimológicamente la palabra deriva del latín parábola, narración imaginaria que entrega una enseñanza moral.
Pero ¿qué valor tiene nuestra palabra y qué valor tiene la palabra de los demás?, ¿escuchamos al otro con absoluta atención o sólo lo escuchamos desde nuestra forma de pensar? Hoy queremos reflexionar sobre el poder de estas. Nuestros abuelos daban su palabra y en ella se confiaba, uno respetaba lo dicho.
Hoy es diferente, con el desarrollo tecnológico estamos en presencia de un lenguaje electrónico que permite inmediatez y velocidad pero que le ha restado profundidad y significado a las palabras.
Como es tan relevante su uso, hace ya muchos años las principales universidades del mundo realizan investigaciones sobre el comportamiento del individuo y la conducta de las masas frente a estímulos referentes a la palabra, el lenguaje y la comunicación. Estos estudios han impactado en forma directa a la prensa, cine, televisión, publicidad, propaganda y en nuestro estilo de vida.
Lo anterior nos lleva a reflexionar si todos los recursos y todas estas investigaciones van orientadas a ayudar a un mejor desarrollo del ser humano o van orientadas a manipular, influir o dirigir de acuerdo con sus propios intereses. Maturana expresa: “El riesgo de los actos del habla es que los puedes transformar en instrumentos de manipulación, más que en responsabilidad de tu quehacer”.
Es en este quehacer responsable de nuestro uso de la palabra en el que tenemos que profundizar. Estas han ido perdiendo su sentido y profundidad dejándolas con significados sin ninguna trascendencia. Sería un buen momento para detenernos y preguntarnos, ¿estamos aceptando pasivamente todo lo que nos dicen y nos señalan como bueno o normal?, ¿qué sucede con nuestra capacidad de cuestionamiento, de pensar algo diferente al promedio?
Normal no es sinónimo de bueno y promedio no significa que es lo correcto. Por tal motivo se vuelve relevante tomar conciencia del significado de cada palabra que pronunciamos y de cada palabra que recibimos de otros. Nuestro lenguaje manifiesta lo que somos como seres humanos; en cada palabra emitida debo poner toda mi atención porque es el reflejo de mi energía y mis sentimientos.
Si somos conscientes de lo que decimos y sabemos que el lenguaje construye realidades, nos volveremos responsables del poder de la palabra, ya sea para crear, construir o transformar. A su vez, le quitaremos fuerza y debilitaremos a las palabras que engañan, manipulan o controlan.
Volvamos a tomar consciencia y resignifiquemos lo que decimos y atendamos lo que escuchamos, somos nosotros los que elegimos dar un poder constructivo a cada una de nuestras palabras.
Un buen ejercicio es que registres las palabras que más repites en un día, las anotes y las leas varias veces, así podrás ver si lo que dices es por costumbre, para salir del paso o reflejan fielmente quién eres. Confiamos que con el resultado de este ejercicio tus palabras sean un instrumento para construir las realidades que deseas.