MARÍA PAZ BLANCO
- Chilena, mamá de 3 niños
- Psicóloga
- Máster en Estudio en Conducta del Consumidor
- de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile),
- Life Coach Certificada (ICF) y
- experta en transformación personal.
- IG @mpblanco
¿Cuáles son las dos a cuatro personas que más amas en tu vida? Seguramente, ya tienes una respuesta en mente, ¿verdad? Bueno, pues no sorprende descubrir que la mayoría de nosotras olvidamos incluirnos en esa lista de personas a quienes amamos.
Podemos mencionar a nuestros padres, hijos, pareja e incluso a nuestras queridas mascotas, pero rara vez nos nombramos a nosotras mismas. Bueno, aquí está la clave que quiero compartirles: el amor propio es el cimiento que transforma nuestras vidas. Por lo tanto, la próxima vez que nos hagan esta pregunta, debemos colocarnos en primer lugar.
Pero no hablamos de un amor hedonista o basado en una pausa de placer cada tanto. Lo cierto es que el amor propio consiste en un viaje íntimo y continuo de autodescubrimiento y cuidado personal.
Si bien en mi libro “El poder de quererte” destaco al menos diez conceptos fundamentales, hoy me gustaría enfocarme en esta clase de amor que es la base para una salud mental y emocional sólida, relaciones saludables, límites bien establecidos, una vida plena y la apertura a la abundancia. A diferencia de las tendencias más hedonistas, el amor propio requiere coraje, ya que uno no puede amar lo que no conoce.
QUIÉN SOY
Precisamente, para conocernos a nosotras mismas, es bueno hacer el ejercicio de responder la pregunta “¿Quién soy?” El problema es que en la mayorías de las veces acostumbramos a hacerlo desde roles que desempeñamos en la vida, como nuestra profesión o estado civil. Por ejemplo: “Hola, soy María Paz, psicóloga y madre de tres”,
Y no está mal, pero eso no nos define. La respuesta va mucho más allá: se trata de una introspección íntima y sincera. Comienza al mirarnos con tal de reconocer nuestras fortalezas y áreas de transformación, o aquello que nos gusta y aquello que no tanto, y que podemos ver como una oportunidad de cambio o mejora. Cuando logramos esta comprensión integral, comenzamos a vibrar en armonía y a vivir desde un lugar de aceptación incondicional.
El amor propio es dinámico, jamás se da en una zona de comodidad. Es similar al cuidado de una planta. Requiere atención, riego y, en ocasiones, poda. Y sí, la poda puede doler, pero es necesaria para el crecimiento y la floración. Lo mismo ocurre con nuestro desarrollo personal: a veces, es necesario enfrentar y superar nuestros desafíos para crecer y florecer.