ENÉRGICA E IMPREDECIBLE

Música ochentera de fondo, el cigarrillo encendido a media luz en noche de miércoles y la tela arrojada sobre la mesa del comedor. El escenario llama a la inspiración. Manchas de pinturas arrojadas con fuerza rompen las figuras geométricas; vuelan por el espacio millones de pigmentos en una danza de energía con final impredecible. El factor sorpresa se apodera de la artista, dando vida a una nueva obra: la creación de Constanza Niklitschek.

“Vibrar de realidades a través del color es inimaginable, crear vida por medio de la mancha y que la mirada de cada individuo se pierda creando una percepción única en su interior, es hacer que se experimente otro circuito, otro universo”, escribe la artista que cumple 25 años dedicada a la pintura. Inició con el óleo en 1995, derivando con técnicas de pastel, acuarela y acrílico.

Sus obras no se enmarcan en ningún estilo, no se delimitan geográficamente a una escena artística. Más bien simbolizan una danza de arte que vibra con fuerza en la disputa de forma y color, a los que se enfrenta incesantemente. “Me gusta trazar   formas  geométricas,  tribal, figuras que al ser observadas por separado no tienen mucho sentido, parecieran sin conexión, pero al alejarte del cuadro verás una imagen potente. Esa es la idea”, explica.

Te dejamos la amena conversamos con Constanza – dedicada profesionalmente al paisajismo – residente de Los Romeros en Concón,  donde explica lo liberador que ha sido para ella el arte, en ese impulso de soltar, chorrear o dejar gotear, técnica pictórica conocida como Dripping.

Descríbeme la atmósfera que necesitas para crear.

“Pinto en el comedor con música de fondo ochentera, generalmente los miércoles que estoy tranquila, sin las niñitas. Me lo fumo todo obvio.  Normalmente me agrada trabajar de noche porque es distinta la iluminación; al día  siguiente cuando veo el cuadro terminado es otra obra. Es entretenido. Normalmente trabajo con iluminación baja, amarilla”. 

Profesionalmente te dedicas al paisajismo, ¿cómo lo potencias con el arte?

“Me gusta mucho jugar con la incertidumbre del espectador hacia la obra, mismo criterio aplicado al paisajismo. Primero hago un bosquejo full geométrico siendo destruido gradualmente al arrojar pintura  sobre la tela. Propuesta similar, aunque de forma mucho más ordenada, sucede en el paisajismo con las plantas. En ambos busco proyectar la mirada”.

¿Cuál es el rol de la incertidumbre en tu obra?

“Estamos acostumbrados a la forma, a lo tangible, por ello a través de la mancha, de romper la forma geométrica busco dar a conocer lo impredecible. Dejo que las cosas fluyan,  me gusta el factor sorpresa, el factor impulso. A veces trabajo sobre el mismo error y queda algo espectacular.  El logro está en quienes lo reconocen o en quienes lo dudan; pero el ruido está, yace”.

Tienes un tema muy potente con el color y la energía…

“Diría que es una  constante discusión cuando estoy manejando el color, pero me encanta.  Encuentro que es una forma de entregar otra perspectiva de cómo vemos las cosas normalmente. Con el tema de la energía, la fuerza, esa cosa de ir pintando”.

¿Por qué trabajas normalmente con cuadros de gran formato?

“Porque me gusta sentir que no se va a acabar. Por ello juego mucho con el Dripping, el chorreo… da la sensación de que la pintura se extiende mucho más allá de lo que uno puede ver. Esa misma razón me impide ocupar atril; la tela siempre va sobre la mesa. De esta forma puedo bordear la obra, rodear la tela mía mientras arrojo la pintura. Es una forma de dominar el espacio”.

¿Quién sería tu referente?

“Jackson Pollock (influyente pintor estadounidense y principal artista del expresionismo abstracto), lo estudié mucho en la universidad y de ahí empecé a agarrar su onda, aquella de bordear y chorrear su tela, una forma de dominar el arte”.

¿Qué significa para ti esta técnica (dripping) del chorreo?

“El impulso del chorreo, tirar, es también soltar, es como liberarse, una disputa bien  entretenida que tengo entre la obra y mi trabajo”.

 

 

 

Redactado por Cristian M. Caces – Fotografías de Maureen Mayne-Nicholls

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