ESPEJOS DEL ALMA

Ama pintar rostros bien expresivos, con ojos grandes, llenos de color y fusionarlos con elementos naturales. Así ve el arte Iliana Sampaio Pérez al plasmar sus raíces colombianas en la obra misma,  dando forma al color, dejando que brille, que sobresalga el formato y llene cada espacio de la tela.

“Mi arte es figurativo y expresa los rostros cotidianos, las formas sutiles de las miradas que tratan de decir algo más”, relata la artista formada en el Instituto departamental de Bellas Artes de Cali, Colombia, sobre manejo de técnicas como el óleo, carboncillo, lápices de color y taller de fotografía.

“En esa constante búsqueda sigo

mi camino dejando que los

pinceles y los colores sean uno solo”

Inmersa en una  constante búsqueda, Iliana no descansa. A veces  – reconoce  – siento que algo falta y que un día explotará mi paleta de colores logrando  una colección más vívida y más saturada de energía.

“Mis obras tienen a veces un tinte ilustrativo, donde dejo ver la parte lúdica y sensible de los cuentos y las fantasías. Tienden a representar algo que me busca y que yo busco, ese estilo escondido que quiere dejar una huella que me represente y es precisamente en lo que estoy trabajando día a día”, reflexiona Iliana Sampaio Pérez.

Conversamos con la artista hacendada en Concón los últimos cinco años de su vida, especialmente sobre el motivo de su pintura: ojos bien expresivos, rostros de mujeres y aquella magia que imprime a su obra a través del lenguaje silencioso.

¿Cuáles son tus referentes?

“Soy una admiradora  de Tamara de Lempicka, la artista polaca. Sus obras son fuertes, con grandes figuras femeninas y masculinas bien formadas, de ojos grandes, rasgos definidos y poses muy sugestivas. Sus pinturas forman parte de mi inspiración y creatividad”.

Hay una peculiar anécdota de tus inicios artísticos.

“Inicie realmente mi carrera hacia el dibujo y el arte a los cinco años cuando dibujé a la monja de mi colegio – directora de curso en ese entonces – como Dios la trajo al mundo, pero con su velo de religiosa.

Mi madre me contó que la monja, que era sicóloga, tenía fe en mí y en mi expresión artística y dijo ´Esta niña tiene madera, hay que cultivarle su arte´. Desde allí comencé a dibujar y pintar en toda mi vida escolar, repartiendo dibujos de figura humana con mujeres vestidas de novia, de gala, de traje de baño”.

¿Tienes parientes o padres artistas?

“Soy la única pintora de la familia, aunque sé que mi padre hizo uno que otro dibujo en carboncillo que se perdieron en el tiempo. Aunque mi abuela paterna, chilena por cierto, se dedicó de lleno al piano; mi abuelo fue afinador de pianos y flautista. Toda esa carga genética pasa por nuestro sistema y sale a flote cuando menos lo esperamos”.

Ahora pintas  desde el taller que armaste en tu casa de Concón.

“Concón me acogió, me inspiró y me invadió de felicidad. Cuando supe que el mar estaba tan cerca sentí que mi espíritu artístico iba a ser más motivador y real. Mi taller es pequeño, revoltoso, lleno de pinturas, cajas, colores, pinceles y sueños, tal como mi cabeza.

Una terracita al aire libre es mi rincón favorito, allí escucho a Paul Mauriat y Franck Pourcel mientras pinto, también uno que otro vallenato de mi tierra. Aunque en ocasiones me acompaña solo el sonido de lo natural mientras la musa despierta en mi bastidor y todo fluye”.

Pintas rostros con ojos grandes, bien expresivos, ¿por qué?

“Los rostros con ojos grandes y miradas profundas atrapan mi pincel. Es algo que siempre me ha llamado la atención en ciertas personas, rasgos que admiro y quiero realzar en mis dibujos.

Los ojos guardan tantas historias que a través de aquellas ventanas reflejan sentimientos y realidades sin igual. Busco expresar mediante miradas lo que guarda por dentro cada ser: disgustos, alegrías, locuras y un sinfín de emociones… son los ojos de la vida”.

¿Haces clases?

“Tengo un pequeño taller de pintura para chicos y grandes en mi casa. De ahí ha salido mi creación infantil donde pinto y barnizo pisos y cajas llenas de color doradas y listas para lucir y regalar.

También he dedicado mi tiempo a cuadros infantiles motivada por esa esencia genuina y bella que tienen los niños en su alma y para ellos siempre hay un arte bonito con muchos materiales que brillen y realcen su ternura”.

¿Qué enseñanza transmites a tus alumnos?

“Ya sean chicos o grandes, busco que el aprendiz tenga libertad de expresión en el bastidor y manejo del acrílico. Que suelte su mano y su mente y empiece a crear. No importa si no es un buen dibujante, la idea es que se divierta dibujando y pintando y que logre plasmar en el lienzo lo que vio alguna vez. Luego incursionaremos en otras técnicas y materiales con el fin de motivarlos por el arte y que puedan elegir y crear sus propias obras poniendo el alma en ellas”.

 

Texto y Fotografías de Cristian M. Caces

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