Siete de la tarde en punto marca el reloj. Cada segundo cuenta para un público que ansía conocer al compositor que seguramente han interpretado en más de un guitarreo familiar. El auditorio de Fundación Kaplan se encuentra colmado y no da abasto, por ello una veintena de espectadores se acomoda en el patio interior donde reposa un maravilloso naranjo. Con guitarra en mano, y esta vez acompañado por su hijo Manuel – quien ya se encuentra trabajando en su primer disco como solita – Eduardo Gatti se presenta en el escenario.
El compositor de “Los Momentos” no da fe de sus casi 70 años de vida, cincuenta de trayectoria musical desde que firmara su primer contrato con la discográfica EMI ODEON en 1968. Con gran sentido del humor Gatti relata anécdotas de aquella añorada y aventurada juventud, menciona a sus referentes como Violeta Parra, Bob Dylan y The Beatles y se da tiempo para interpretar los temas anhelados por la audiencia.
Minutos antes, el cantautor nacional aparta su tiempo para conversar en exclusiva con Costa Magazine y contar más en confianza cómo sobrevivió a un régimen de censura artística en plena dictadura o aquellos detalles sobre un mes a bordo del buque carguero inglés para llegar a Europa enfrentando una tormenta en medio del Atlántico y un intento de motín. “Debería escribir un libro sobre esta gran aventura en altamar, donde me dediqué a traducir las cartas de amor de los marinos ingleses a sus novias chilenas”, reflexiona.
Y aunque ha traspasado generaciones con sus canciones – Los Momentos, El Navegante, Quiero Paz -, Eduardo Gatti Benoit reconoce que solo en el último tiempo de verdad ha vivido de la música, “antes solo era sobrevivir, tapar hoyos, apagar incendios”. Gracias a la nueva camada de artistas chilenos como Nano Stern, Gepe o Camila Moreno, ha experimentado un renacer artístico volviendo a los escenarios y editando su último disco en 2015 Aquí en el Barrio, convirtiéndose en Gatti Inmortal.
Eduardo, hablas de una “vuelta a la expresión”, de una nueva generación de músicos que valora tus canciones.
– Al decir vuelta a la expresión apunto a una cosa mucho más minimalista. Llama la atención ver a Camila Moreno, por ejemplo, pararse en el escenario antes miles de personas sólo con un cuatro. A partir de 2005 también se produjo una especie de aprecio a todo lo que había hecho la generación nuestra. De hecho comencé a ser invitado al escenario por artistas mucho más jóvenes como Nano Stern, Los Tres, Gepe o la misma Camila. Empezamos a hacer algunas giras, lo que sin duda ayuda mucho para que se nos vuelva a poner en el foco.
Y cómo te has sentido compartiendo escenario con estos artistas.
– Me sentí muy halagado compartiendo escenario con ellos. Además conocían varios aspectos de mi vida, carrera e historia con Los Blops y demuestran a su vez mucho interés por saber otros detalles. Es una relación que mantenemos hasta el día de hoy, de hecho, junto a Nano Stern tenemos programada una gira a Chiloé.
Dices que has tenido que “sobrevivir de la música” en casi 35 de 50 años de trayectoria.
– Hubo épocas muy duras. Los réditos de mis canciones no alcanzaban, todo era para tapar hoyos, apagar incendios, cuentas y más cuentas. Incluso llegué a vender lentes en el mercado persa cerca del año 76 o 77 en plena dictadura.
Fue una época bastante complicada, y eso que yo no pertenecía a ningún partido político, menos mal. Igual existía una censura implícita hacia nuestras canciones que decían algo. Si ibas a un festival, primero debías enviar las letras al Gobernador que también era militar obviamente. Yo les mandaba las letras más suaves; una vez arriba del escenario hacía lo que quería.
Bueno, nos alegramos de que finalmente estés “viviendo de tu música”. Ahora, ¿qué sientes cuando quieres mostrar tu nuevo trabajo y el público te pide cantar “Los Momentos”?
– Eso es inevitable. Un artista debe aprender a entenderlo y situarse en el lugar del público, pues gracias a ellos podemos vivir de lo que amamos.
Me asalta una curiosidad, ¿cuántas veces has tenido que cantar Los Momentos?
– Hace un tiempo estuve haciendo unos cálculos. Creo que he estado cerca de cuatro mil ejecuciones.
EL MENSAJERO DEL AMOR
Eduardo Gatti recuerda dos grandes momentos que le impresionaron y llevaron a soñar con ser músico. Al cumplir 16 años asistió junto a sus padres a una peña folclórica, viendo por primera y única vez cantar en vivo a Violeta Parra; junto a Bob Dylan se convertiría en un referente e inspiración de su carrera. Posteriormente vinieron The Beatles y Rolling Stones. Con el objetivo trazado estudió un par de años en el conservatorio, pero sus ganas por conocer Europa pudieron más.
Al cumplir 20 años a comienzo de la década del setenta, y siguiendo el ejemplo de su bisabuela, no vaciló en abordar el primer buque rumbo al viejo continente. “En aquella época mi bisabuela aún vivía. Era una mujercita encantadora que amaba viajar. Así que cada tanto agarraba su maletita hasta Valparaíso y se juntaba con el capitán del barco quien era incapaz de resistir los encantos de una dulce abuelita de espíritu libre. Es más, escribía cartas a los conventos de Europa para solicitar estadía y ahorrarse los costos de un hotel, presentándose como una dama francesa y católica con residencia en Chile. Así pasaba varios meses viajando. De hecho, su último periplo fue a los 86 años de edad”, cuenta Eduardo.
¿Entonces te animaste?
– Sí, quería ver lo que pasaba en Europa. Ya en el puerto de Valparaíso veo este barco que no tenía ni escala, había que treparse a lo hombre araña, abajo estaba lleno de picorocos. Así y todo me encontré con un mundo al principio atrapador, luego fascinante. Llevaba un poco de plata nomás, pero mis abuelos vivían en París en esos momentos.
La verdad que podría escribir hasta un libro sobre lo acontecido en ese buque. Viví todo tipo de cosas: desde unas tormentas impresionantes a quedarnos en panne en mitad del Atlántico; hubo un intento de motín por problemas de racionamiento con el agua. Pero también viví momentos inolvidables en la cubierta tocando música mientras mirábamos las estrellas.
¿Y cómo fue esta historia de traducir cartas a los enamorados?
– Todavía me arrepiento de no haber hecho copias de las cartas. Sucede que los marinos ingleses escribían misivas a sus novias chilenas, y me pedían a mí que las tradujera al castellano. Vieras tú lo lindo que eran esas cartas. De haberlas replicado hoy podría haber escrito un libro. Así me transformé un poco en un cupido – del mensajero del amor – que me dio un estatus fantástico en el barco, comía con el capitán, con los oficiales. Al punto que me ofrecieron quedarme con ellos como miembro de la publicación.
FAMILIA DE MIGRANTES
Eduardo Gatti vive en Santiago feliz con Paulina, con quien se casó en segundas nupcias en 1982. ¿Hijos? “Los tuyos, los míos, los nuestros, juntamos cuatro” – responde -. Dos de su primer matrimonio, uno de paulina y Gonzalo fruto del amor de ambos, con quien compartió escenario en medio del Conversatorio Musical organizado por la institución viñamarina Fundación Kaplan.
Sobre sus orígenes destaca ser primera generación nacida en Chile. “Mi madre Marguerite Benoit Prevost llegó al país junto a sus progenitores en 1933 cuando Hitler asciende al poder. Mi bisabuelo, Edouard Prevost, ya había muerto en la I Guerra en Alemania, por lo tanto decidieron migrar. Ellos tenían familia aquí, mi bisabuelo Juan Benoit (padre mi abuelo materno) era enólogo, tenía viñas en El Maipo y fue uno de los pioneros en Chile en la industria vitivinícola”, repasa Gatti, heredero de los dotes artísticos de su abuela Madeleine Prevost, quien en su época alcanzó el tercer premio en el conservatorio de París.
¿Cómo percibes actualmente la situación de Chile respecto a la ola de inmigrantes?
– Bueno, de partida Chile es un país de migrantes. Personalmente he tenido experiencias muy positivas con inmigrantes haitianos y colombianos. Me encanta la actitud positiva hacia el trabajo que tienen y que nos traigan ese maravilloso sentido del humor; nosotros somos tan tristes, tan para adentro, tan invernales. De todos modos habiendo un buen control y aludiendo a causas humanitarias me parece totalmente legítimo.
CONSERVATORIO MUSICAL EN FUNDACION KAPLAN
En 2018, cuando se cumplieron los 50 años del primer trasplante cardiaco en Chile, la Fundación Kaplan apoyada por el Centro Cultural de Viña del Mar da inicio al Primer Ciclo de Conversatorios Musicales en el cual se están presentando destacados artistas, reconocidos a nivel nacional y/o regional. Ha sido una instancia de conversación amena, entre el artista y el público, donde se pretende establecer un ambiente coloquial entre las historias y las anécdotas que presente el artista según la línea de interés. El conversatorio incluye la interpretación de las canciones más conocidas por la audiencia. Hasta el momento se han presentado Fernando Ubiergo, Nano Stern, Cecilia Echenique y, por supuesto, Eduardo Gatti.
¿Política y religión?
– Nunca pertenecí a ningún partido y creo que a estas alturas de mi vida no voy a pertenecer tampoco.
En cuanto a religión, soy muy respetuoso del sentimiento religioso de quien sea. Pero nunca me ha gustado el hecho de tratar de imponerlo como un dogma o como una verdad absoluta. Creo que hoy en día se vive un fenómeno muy interesante pues por primera vez la fe y la ciencia de alguna forma se están empezando a dar la mano. Hay muchas investigaciones sobre la física cuántica que recoge ciertos principios en común con el budismo, por ejemplo. Empezamos a darnos cuenta de que todo lo que vemos no es tal cual, o tan concreto como lo pensábamos. A lo mejor eso nos va a llevar a un sentimiento religioso más maduro.
¿A quiénes disfrutas leer?
– Jorge Teillier me encanta. Neruda sin duda. Nicanor Parra. Extranjeros, quizás el que me es más afín es Rainer Maria Rilke por esa cosa luminosa, misteriosa que despliega.
¿Sigues componiendo?
– Estoy siempre componiendo, pero no tengo ningún apuro en sacar canciones nuevas. Las canciones más pedidas y conocidas, son todas canciones que llevan más de 40 años.
¿Y cómo funciona este proceso de invención musical?
– Mis canciones las agarro un poco al vuelo; paro las antenas y aparecen conceptos, ideas. Igual soy bastante disciplinado, toco guitarra todos los días al menos una hora, hasta tres. En este ejercicio de la guitarra, donde reviso otras canciones viendo si puedo perfeccionar o modificar algo, aparecen nuevas formas o secuencias de acordes. ¿Por qué te lo digo así? Porque la música me dice en qué ámbito literario me voy a mover. Para mí siempre la música viene primero, luego la letra.
Imágenes y redacción de Cristian M. Caces