En 1995 prestigiosos enólogos italianos viajaron a Sudamérica para conocer las zonas vitivinícolas. Visitaron ambos lados de la cordillera de Los Andes, pero impresionados por los viñedos que se desarrollaban en grandes altitudes y en un clima desértico como el de Mendoza, decidieron quedarse y apostar por un vino con personalidad única. Así nace Altos las Hormigas.
Mientras el resto del mundo veía a Mendoza luchando por deshacerse de su imagen de zona productora de vinos a granel, Antonio Morescalchi y Alberto Antonini observaron una región donde los valores tradicionales del vino y su inmaculado terruño se podían revitalizar con una visión más amplia y un cuidadoso enfoque de elaboración.
En contra de todo pronóstico y de los consejos locales, decidieron emprender en una bodega dedicada exclusivamente al Malbec, comprando en Luján de Cuyo (Mendoza) la propiedad donde se cultivarían los viñedos. Poco después, viejos amigos y socios entusiasmados con la idea, se unieron a la empresa. Así, desde hace más de 20 años Altos Las Hormigas ha llegado a ser la especialista en Malbec de Mendoza.
Combinando la herencia Toscana en el winemaking con la experiencia cuyana en el manejo de los viñedos, ALH ofrece un vino único que denota profunda y auténtica expresión de su Terroir. Costa Magazine tuvo el agrado de conversar con el empresario italiano, Antonio Morescalchi, co-fundador y vicepresidente de Altos las Hormigas.
¿Por qué se dice que la industria del vino mendocina pertenece al “Viejo Mundo”?
“Mendoza ha desarrollado una uva propia – el Malbec – llevándola a la cúspide mundial sin otros antecedentes de éxito moderno. En cambio todas las regiones del Nuevo Mundo se han afirmado con variedades que primero tuvieron excelentes resultados en Europa: Cabernet de Bordeaux, Chardonnay de Borgoña, Sirah de Rodano, Merlot de Pomerol, por mencionar algunos casos.
Es preciso recalcar que esta cepa se dio a conocer desde Argentina, no obstante, hasta hoy la mayoría de los consumidores desconoce su origen: Cahors, Francia. La originalidad del Malbec es hija de la dinámica propia de la industria y del mercado argentino, que han desarrollado un modelo independiente de los patrones de consumo internacional”.
Se menciona que en Argentina el Malbec prosperó con identidad completamente distinta en notas y sabores al de Francia.
“Primero, la dimensión productiva de la variedad en Argentina (35 mil hectáreas) marca una diferencia tangible con la región originaria, Cahors (3.500 hectáreas); asimismo, en Luján de Cuyo la mayoría de los viñedos se plantan sobre pie franco y por selección masal; es más, el clima soleado y seco de la zona completan su marco de originalidad. Por lo tanto, hoy podemos decir que Mendoza hace un Malbec de sol, mientras Cahors hace un Malbec de cielo variable… ambos vinos muy interesantes pero a la vez muy distintos”.
¿Significaron las enormes inversiones internacionales una amenaza para la identidad del Malbec mendocino?
“Si bien enriquecieron el panorama agregándole dinamismo al mercado, se estuvo a punto de cambiar radicalmente la dirección de la industria y destruir su identidad, llevándola a ser una región de producción de un commodity, desvinculada a su historia local. Creo que este peligro ya está superado. Hoy las jóvenes generaciones de profesionales de Mendoza han tomado conciencia de la belleza y diversidad de este terruño”.
UN VINO FIRME
La finca de ALH se emplaza en Luján de Cuyo – El Carrizal de Abajo – a los pies de unos cerrillos, que en tiempos geológicos de formación de los suelos le han dado identidad a la microrregión, en conjunto con el Río Mendoza, también actor fundamental en este proceso.
Su altura, que supera los 750 metros sobre el nivel del mar, rodeados de fincas y bosque nativo, constituye un entorno ideal para el cultivo natural.
Ahora bien, ¿cómo influye el suelo y el clima en la producción vitivinícola de Altos Las Hormigas?
“Nuestra forma de cultivar ha revelado que esta región cálida puede desarrollar una faceta fresca y jugosa, gracias al desarrollo profundo de las raíces y las parcelas con más presencia de carbonato de calcio natural en el suelo, que exhiben un vino firme, con potencial de guarda y mucha personalidad. La nota de cáscara de mandarina que aparece en los vinos de la finca, por ejemplo, es un marcador evidente de la identidad del lugar”.
Actualmente la finca se está volcando hacia lo orgánico y biodinámico, ¿por qué?
“El cultivo natural de la vid es esencial para que la viña pueda alimentarse con los nutrientes presentes en el suelo que marcan la identidad del lugar. Nuestras prácticas naturales apuntan al desarrollo profundo de las raíces y a alimentar un ciclo completo de fertilidad que se autoabastece. Producimos compost con los desechos de animales presentes en la propiedad y con los materiales de descarte de la vinificación, además de lombrices y alfalfa cultivada en la misma finca. Descontinuar los químicos de síntesis permite que prospere la vida del suelo, sin elementos tóxicos que rompan la cadena del ecosistema natural del suelo.
Además, la fertilidad natural del suelo y el desarrollo profundo de las raíces, junto a un manejo competente de la agronomía, permiten obtener vinos con muchas facetas, los cuales deben re-descubrirse, en cuanto revelan una riqueza de notas sutiles y una evolución en la copa. No son vinos de potencia, son más bien vinos de facetas, vinos articulados”.