Tras la huella del más peligroso de los lagartos en su estado natural, el biólogo y herpetólogo chileno Damien Esquerré nos entrega un vívido y fascinante relato de su aventura en Indonesia. A pesar de arrastrarse por cavernas infestadas de guano de murciélago, de mortíferas serpientes y arañas, el investigador con residencia en Australia vio de cerca la muerte al ser atrapado por un grupo de indígenas de las aldeas locales.
Relato e imágenes de Damien Esquerré
El dragón de Komodo (Varanus komodoensis) es uno de los seres más imponentes de la Tierra, siendo el sueño de muchos biólogos encontrar un ejemplar en estado salvaje. El lagarto más grande del mundo – puede alcanzar hasta 3 metros de longitud – no fue descubierto por la ciencia occidental hasta 1910. Es también el más peligroso de los lagartos, habiendo causado numerosas fatalidades humanas. La mayor dificultad de verlos se debe a que sólo se encuentran en un pequeño grupo de islas en Indonesia llamadas Islas Komodo. Tuve la oportunidad de visitarlas en dos inolvidables ocasiones, casi perdiendo la vida en la segunda, pero no debido a los dragones si no a la especie humana.
El puerto de entrada a las islas es el pueblo de Labuan Bajo, en la costa oeste de la enorme isla de Flores. En mi primera excursión fui acompañado por mi hermano Angel, también fotógrafo, y como una gran coincidencia dimos con Ari Daru, un guía veterano que ha estado a cargo de llevar a las figuras más notables de la historia natural a conocer la fauna local, tales como Steve Irwin y David Attenborough. Pasamos unas noches con Daru buscando serpientes y otras criaturas alrededor del pueblo, dando con numerosas especies muy interesantes como la víbora de labio blanco (Trimeresurus insularis).
Una claustrofóbica aventura
Una de las inolvidables aventuras junto a Ari fue en medio del bosque. Debíamos conducir unos 40 minutos fuera del pueblo de Labuan Bajo hasta llegar a una pequeña aldea sin nombre de unas cuantas casas. Desde allí solo resta internarse en la selva, hasta toparnos con una pared rocosa tapada de vegetación. Ari nos condujo a una pequeña entrada que da a una enorme red de cavernas conectadas por claustrofóbicos pasajes donde tuvimos que arrastrarnos por el piso.
La cueva estaba infestada de criaturas; entre ellas pitones reticuladas (Malayopython reticulatus), la serpiente más grande del mundo que puede llegar a medir 10 metros y posee un historial de haber consumido varios humanos. Al estar también plagada de murciélagos, la caverna está cubierta de intoxicante guano. No está demás mencionar que se requiere algo de valentía para estar encerrado dentro de una cueva con poco oxígeno, cubierto de heces de murciélago y repleta de serpientes y arañas.
¡Atáquenlos y mátenlos!
En mi segunda visita a la caverna, tres años más tarde, fuimos de noche Ari y yo. Tuvimos gran éxito encontrando animales, pero justo cuando ya había guardado la cámara terminando de fotografiar una víbora, vemos tres luces de linterna llegando muy rápido hacia nosotros. A estas horas de la noche en este lugar no es normal ver gente, por lo que inmediatamente supe que algo andaba mal. Eran tres hombres muy agitados, dos de ellos armados con machete y el otro con una lanza. Nos rodearon gritando cosas en su lengua local, que más tarde Ari traduciría como: “atáquenlos” y “mátenlos”.
El avezado guía logró disuadirlos y nos escoltaron de vuelta a la aldea. Al acercarnos escuchamos una multitud muy alborotada, algunos estaban armados con palos y cuchillos, nos rodearon por todos lados gritando cosas amenazantes. En una maniobra que salvaría nuestras vidas, Ari Daru persuadió a la muchedumbre a ingresar a una casa con tal de dialogar. Luego me confesó que si hubiésemos permanecido en medio de la turba nos podrían haber descuartizado.
Al interior de la cabaña, el líder de la aldea seguido por otros se dieron turnos gritando cosas muy agitadas en un idioma local del que yo no comprendía nada. Atinaba a fumar cigarros compulsivamente tratando de mantener la calma. Según la traducción de Ari, dos semanas antes habían atrapado a un terrorista del grupo islámico ligado a ISIS alrededor de la misma caverna. Finalmente, logramos identificarnos, y tras varias horas de terror con algo de efectivo y cigarrillos, pudimos salir con nuestras cabezas puestas.
La isla del dragón
Después de este traumático episodio, mejor volvamos a la fauna que es la principal razón que me trajo a esta región. Desde Labuan Bajo pedimos a un pescador que nos llevara a la Isla de Rinca, conocida por sus numerosos dragones; siendo parte de un parque nacional y estando habitada por peligrosas bestias no se puede merodear sin compañía. Llegamos a la estación de guarda-parques, que tiene al lado de su cocina una constante población de gigantescos dragones atraídos por los desperdicios de pescado y carne. Esto ya es una gran experiencia, pero no es lo que buscaba, quería ver dragones totalmente silvestres en su hábitat natural.
Logramos convencer a dos guarda-parques de acompañarnos a explorar la isla fuera de los senderos protegidos. “Los dragones no son fáciles de avistar, podría ser que no viéramos ninguno”, dijeron. En la larga y calurosa caminata nos encontramos con venados de Timor (Cervus timorensis), búfalo de agua (Bubalus bubalis) y macacos (Macaca fascicularis), todos parte de la dieta de los dragones. Tuvimos la suerte de encontrar a un pequeño dragón, pero la misión era encontrar adultos grandes. Hacia el final de la travesía vimos un arroyo, dentro de él, cubierto de barro había un cadáver búfalo, y comiendo de éste, un gigantesco dragón de Komodo.
Lo comencé a fotografiar con entusiasmo, mientras los guarda-parques hacían guardia armados de largos palos de madera en caso que el dragón decidiera cambiar a carne más fresca. Mientras estaba en eso, otro dragón aún más grande aparece corriendo desde el bosque, probablemente atraído por el olor del cadáver. Al llegar, excluye violentamente al que se estaba alimentando y comienza su propio festín. Fue un real privilegio como biólogo y herpetólogo presenciar tal momento. Hasta hoy es uno de los que más atesoro.
La misión fue cumplida con gran éxito, no sólo dimos con dragones alimentándose en estado salvaje, sino también con otras especies únicas de la región, además de muchas experiencias hermosas, y otras definitivamente aterradoras. En una siguiente aventura nos sumergiremos bajo el agua de las Islas Komodo, que contiene uno de los arrecifes de coral más biodiversos del mundo. Nos vemos pronto.