S
iguiendo con películas que pasaron rápidamente por la cartelera y otras que se transformaron de forma inmediata en clásicos, es indispensable hablar de Federico Fellini y su película La Dolce Vita. Una muestra de cine poco convencional, un retrato de una sociedad trastocada, el mundo del espectáculo, la bohemia, la aristocracia, el desenfreno, los excesos y lado obscuro de la noche Romana.
Hay que situarse en el año 1960, fecha de su estreno. Su protagonista Marcello Rubini (Marcelo Mastroianni) vive prácticamente de noche como reportero para una revista de espectáculos buscando exclusivas con las celebridades de la época. Envidiado por sus colegas – sobre todo por los fotógrafos de farándula – por su llegada con las mujeres, sus amistades aristócratas y su cercanía con los intelectuales que frecuentan aquellas noches de desenfreno romano, Marcello transita por los caminos de la seducción, se enamora fácilmente y termina siempre en casa de su novia, una mujer que lo espera y sufre en su departamento mientras se descarga con el abuso de drogas.
La película nos muestra una seguidilla de noches del protagonista, sus fugaces conquistas, el enamoramiento de una mujer imposible, una estrella mediática y cómo se pierde por las calles de Roma completamente enamorado. Si hay algo que llama la atención es su guión, escrito por el mismo Fellini, en donde aparentemente no pasa nada, no hay preguntas que responder, el protagonista parece perdido y no busca nada en específico.
No hay un antagonista más que él mismo protagonista y las escenas pareciesen ser una seguidilla de gags que no hacen avanzar la trama ni crecer al personaje principal. Eso siendo muy técnico, pero es algo que se encuentra en todos los guiones y aquí parece solapado. La astucia del guionista/director parece estar en mostrar una película tan real como la vida misma, el protagonista pasa de escena en escena sin aparentes cambios, sin embargo, se va introduciendo en un mundo que si bien conoce, ya no parece ser sólo un habitante transitorio sino un especie de artefacto del mismo decorado, y así nos vamos enterando que jamás saldrá de aquel mundillo, sino que pertenece a él.
Marcello nos da a entender que no tiene ninguna intención de cambiar su forma de vida, que no cree en la fidelidad, no sabemos si ama alguien más que a sí mismo o simplemente sigue atrapado en un cuerpo que no piensa en crecer.
Tomando en cuenta la década en que está filmada la película, los caóticos años 60, y el ambiente en que se desenvuelven los personajes, pareciese que las cosas , en el fondo, no han cambiado mucho y que la farándula del cine, los artistas, los intelectuales siguen en lo mismo. Tal vez cambiasen los modos, los modismos, las drogas o la música, no obstante, la película se siente fresca al verla nuevamente y la carga simbólica se hace sentir a pesar de que muchos de aquellos personajes ya no estén con nosotros.
Demás está decir que la Dolce Vita es un oasis en un cúmulo de cine de guiones probados, de personajes que cambian, de arcos dramáticos perfectos, de personajes admirables y actores idóneos para la crítica. Entonces encontrar una película que pareciese que se está rodando mientras se observa es un deleite que no nos deberíamos permitir obviar. Búsquela, acomódese y disfrute.