Si bien desde su niñez se halló sumida en la miseria, en el fondo de su corazón sabía que algún día tendría un lugar entre los grandes de la música. Y su presagio, el cual denominó como “sensación” en primera instancia, terminó siendo un certero vaticinio, pues hoy es considerada una de las cantantes más importantes de la música francesa. Sentada frente a mí se hallaba una de las artistas más importantes de la Europa del siglo XX, Edith Piaf, que a pesar de haber sido demasiado golpeada por las circunstancias, brillaba constantemente.
Hija de una cantante de cabaret y un acróbata, Edith Gassion comenzó a cantar en las calles de París a edad muy temprana. “Tanto mi madre como mi padre eran alcohólicos, si bien fue él quien se quedó con mi custodia después de su separación” comentaba, con cierta nostalgia. “Comencé a cantar en espacios públicos, como plazas y cafés, para poder ganar unas pocas monedas. Apenas teníamos para vivir.” Así vivió hasta que un día Louis Lepleé, dueño de un importante cabaret, le ofreció trabajo.
“Ahí, en el cabaret, comenzaron a llamarme Môme Piaf, francés para pequeño gorrión. De ese apodo que me dieron en el mundo del cabaret nace mi nombre artístico, Edith Piaf.”
Fueron muchos los acontecimientos de la vida de Edith los que la llevaron a componer y cantar canciones tan llenas de emoción y nostalgia. A los 16 años, Piaf queda embarazada de una hija, Marcelle, pero esta fallece a los dos años de vida. Luego de lograr seguir adelante, si bien se vio eternamente marcada por esta tragedia, la vida vuelve a golpearla con el fallecimiento de Louis Lepleé. Apareció muerto por culpa de un disparo en el club que dirigía, siendo Edith uno de los sospechosos del asesinato. “La élite parisina me dio la espalda, me marginaron. La prensa me hizo pedazos y volví a las calles.”
Pero jamás se dio por vencida. Tras la Segunda Guerra Mundial y el surgimiento del renombrado movimiento intelectual del París existencialista, en el cual ella se convirtió en una musa, volviendo así también a sumirse ella misma en este mundo y volviendo a los escenarios más importantes del país, convirtiéndose en la gran dama de la canción francesa.
Sin embargo, la vida no parecía querer dejar de arremeter en contra de esta pobre mujer. “En 1946 conocí al amor de mi vida, Marcel Cerdan, pero me fue arrebatado solo tres años después en un accidente aéreo. Fue la gota que colmó el vaso, pero también lo que impulsó a mi carrera a alcanzar su máximo potencial.” Fue justo después de esta pérdida cuando salen a la luz algunos de sus más grandes éxitos, como La vie en rose o Les trois cloches.
Aunque durante sus últimos años su carrera alcanzó su máxima gloria, una adicción a la morfina y el diagnóstico de varias enfermedades la llevaron a la muerte a la corta edad de 48 años, habiendo pasado ya varios años alejada de los escenarios junto a su nuevo marido, Theophanis Lamboukas, un cantante griego 20 años menor que ella.
Una vida tempestuosa que fue, finalmente, lo que la llevó al estrellato: Edith Piaf es hoy recordada como uno de los principales exponentes de la música francesa, habiendo impactado de principio a fin con su maravillosa voz y nostálgica interpretación.