Por Isabel M. Saieg
“¿Frustración? Pues, claro. Tarde se vienen a dar cuenta de que el existencialismo era más que Sartre, que yo era más que su compañera. Ver ahora que vivir opacada, inmersa en una carrera y una sociedad regida por hombres para terminar siendo una de las principales figuras del movimiento al que dediqué mi vida entera, es el único triunfo que jamás necesité.”
Esto mencionaba Simone de Beauvoir, mostrando una confianza intimidante e irradiando un nivel de sabiduría que nunca creo haber presenciado en otra ocasión. Se trata de una de las pioneras de la corriente filosófica existencialista, nacida en París el 9 de enero de 1908, considerada una de las principales intelectuales del siglo XX y un modelo a seguir para la mujer contemporánea.
Escribió muchísimos textos de gran importancia, tanto literarios como argumentativos, siendo su tratado “El segundo sexo” el más conocido de todos, hoy considerado un libro casi sagrado en términos de literatura feminista y en su momento vetado por El Vaticano como un libro prohibido.
“Uno de los premios que te fueron galardonados fue el Jerusalén por la Libertad del Individuo en la sociedad”, le decía yo. “¿Cuál crees que es el rol que juega la libertad en tu vida?”
Me explicó que la libertad era la base de todo, que era primordial y necesaria. “En el caso de la mujer, ser libres es romper con los estigmas de género que se nos han impuesto durante tanto tiempo, encontrándose así ligada a la igualdad y la equidad, pero es también un proceso personal; un proceso personal por el que debemos luchar colectivamente.”
En sus tiempos universitarios conoce a Jean Paul Sartre, otro de los precursores existencialistas y uno de los filósofos franceses más importantes de la historia. A pesar de mantener una relación abierta y jamás casarse, Sartre fue el compañero de Beauvoir. Eso no quita que ella se haya visto constantemente minimizada por él, llevándose así el crédito de ideas que fueron inicialmente de ella.
“Fuiste la mujer más joven en sacar el título de Letras y Filosofía en toda Francia”, mencionaba yo, “sin duda surgir en un campo laboral casi totalmente llevado por hombres debió haber sido arduo.” Me explicó cómo solía batallar día a día contra los prejuicios, contra el mansplaining, las miradas en menos de parte de los hombres solo por el hecho de ser del sexo opuesto y tantas cosas más que la atormentaron hasta la tumba.
“Pero fue aquello lo que me impulsó a escribir los textos que hoy han recorrido todo el mundo. Ver que mi sufrimiento y los demonios del patriarcado no me atormentaron en vano es un alivio e incluso se siente como una victoria. Estamos venciendo, nos estamos liberando.”
Beauvoir fallece el 14 de abril de 1986, naciendo así una de las leyendas y figuras más importantes para el feminismo, la madre de toda una generación de revolucionarias, que invitó y seguirá invitando eternamente a que todas las mujeres alcen la voz y se conviertan ellas mismas en su propio concepto de mujer, que tomen las riendas de sus vidas y, de una vez por todas, sean verdaderamente libres.