¿Has escuchado decir que el intestino es considerado un “segundo cerebro”, y que todo lo que sucede en esta porción del tubo digestivo se conecta directamente con tu cerebro y viceversa? Bueno, ¡así es!
Partamos por recordar que la microbiota intestinal es el conjunto de cientos de billones de bacterias vivas que alojan en nuestro intestino y que lleva a cabo funciones tan importantes para el equilibrio de nuestra salud que hoy es considerada un órgano más para nuestro organismo, reafirmando así la frase del gran Hipócrates: “La salud comienza en el intestino”.
Entre las características de la microbiota intestinal podemos destacar su función inmune, la digestión y absorción de nutrientes desde los alimentos, la producción de importantes vitaminas, su efecto détox en el intestino y la regulación del estado de ánimo.
Nos interesa sobremanera entender cómo se relacionan nuestras emociones y nuestro cerebro con la microbiota intestinal, lo que ocurre gracias al conjunto de interacciones ocurridas en el eje intestino-cerebro.
El tracto digestivo tiene más de 500 millones de neuronas recubriendo sus paredes, lo que conocemos como “Sistema Nervioso Entérico”, y es denominado el “Segundo Cerebro”. La comunicación entre el intestino y el sistema nervioso esta mediado por el nervio vago.
Este componente del sistema nervioso activa el sistema parasimpático, sistema de nuestro cerebro que promueve el estado de relajación y disfrute. De esta manera, podemos que la activación del sistema parasimpático depende directamente de la producción de las “hormonas de la felicidad” en el intestino.
El 90% de la serotonina (neurotransmisor del buen humor), gran parte del neurotransmisor GABA (neurotransmisor de la calma) y la dopamina (hormona del placer) se producen en el intestino.
¿Vamos entendiendo? Mi microbiota intestinal produce hormonas que activan mi sistema parasimpático y, por ende, mi estado de calma, disfrute y bienestar.
“Alimentos tristes”
Por lo anterior, no es casual que cuando comemos alimentos altos en azúcar, grasas saturadas, harinas refinadas, ultraprocesados – entre otros alimentos que dañan la microbiota intestinal y su capacidad para producir dichas hormonas – entremos fácilmente en un estado de niebla mental, fatiga, irritabilidad, pensamientos negativos y estrés.
“Alimentos felices”
Esta relación es bidireccional, también el estado de ánimo va a influir en el equilibrio y funcionamiento de mi microbiota intestinal. De esta manera, mis emociones influyen en mi inmunidad, la capacidad de digerir, absorber y sintetizar óptimamente los nutrientes de los alimentos.
Por lo mismo, no es casualidad que cada vez que estamos en un estado de nerviosismo, tengamos síntomas digestivos como dolor abdominal, constipación o diarreas, infecciones, bajo nivel de vitaminas o alteraciones del peso corporal.
Somos lo que comemos, pensamos y sentimos. Cuida tu alimento físico, emocional y espiritual. Vive en amor…