Por Karen Montalva
Conferencista Internacional
Autora de #YoVendo y Soy Monarka
www.karenmontalva.com
Durante los últimos años una ola de autores e investigadores se han centrado en el tema de la felicidad, en cómo alcanzarla y los factores que la propician. Incluso marcas comerciales se han sumado para usarla como argumento.
En un mundo tan convulsionado, en el que la dinámica común es correr para que nos alcance el tiempo, en el que las dimensiones de trabajo, relaciones y nosotros mismos se pelean espacio en nuestra agenda, ¿es posible encontrarla y sostenerla?
Al parecer, la respuesta aparecería ante nuestros ojos al volver a lo básico. La felicidad entonces no sería un destino, sino que un camino que recorremos. Un camino inspirado por poetas y coincidentemente señalado por la ciencia.
Tal Ben-Shahar, profesor del curso más popular en la historia de la Universidad de Harvard llamado: Psicología positiva propuso “la revolución de la felicidad”, un movimiento que prioriza la felicidad y el bienestar sobre el éxito y los logros materiales.
El profesor y escritor estadounidense/israelí – también conocido como el gurú de la felicidad del siglo XXI – afirma que la felicidad no es solo una emoción fugaz, sino un estado medible de las personas, que se puede mejorar a través de acciones y prácticas conscientes. Prácticas que se enmarcan en varias dimensiones: la del ser; la del hacer; la de las relaciones y la de la trascendencia.
En el nivel del ser, es decir de quienes somos, este autor señala la importancia de la conexión de nuestra mente y cuerpo como una de las variables de la ecuación de la felicidad. La meditación y la atención plena, serían otras prácticas fundamentales para potenciar nuestra sensación de bienestar.
Esta última sería algo así como vivir en conciencia de nuestro cuerpo, estar aquí y ahora. Estar en cuerpo y mente. Estar presente, presente. Por ejemplo, estar sin distracciones para ti y para el otro con quien estás. Incluso regalarte a ti, tu propia presencia.
CALIDAD DE RELACIONES
Hace unos años me topé con las conclusiones de la investigación más larga que se ha hecho acerca de la felicidad. Ella se inició en 1938 con 700 adolescentes. El estudio consistía en acompañar a los participantes durante toda su vida, desde su juventud hasta su vejez, para identificar qué era lo de mayor valor y aquello que les otorgaba el máximo bienestar.
Harvard, la universidad que ha dirigido el estudio por cuatro generaciones descubrió lo que realmente hace feliz a las personas. El hallazgo no tiene que ver con la cantidad de dinero que se logra producir durante una vida completa. No se relaciona con la cantidad de propiedades del patrimonio, ni tampoco con la fama o el reconocimiento social: La calidad de nuestras relaciones es el mayor predictor de nuestra felicidad.
El zorro, le dijo al Principito: “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad!”.
Siempre podemos decidir cómo queremos vivir nuestra vida, porque somos los arquitectos de nuestro destino. Menos piloto automático y más consciencia al caminar nuestros días. Más autocuidado. Más charlas compartiendo un café. Más abrazos, más relaciones virtuosas. Más cultivo de nuestro ser.