Al cumplir la mayoría de edad, Lena salió de Moscú para viajar por el mundo. Tras haber recorrido más de treinta países decidió radicarse en una de las zonas más australes del planeta. Adoptando un estilo de vida simple, como el de los gauchos, comprando incluso su propio caballo, esta fotógrafa y Community manager rusa captura imágenes majestuosas, conmovedoras de la Patagonia, pero también protagoniza una historia que nos inspira a cambiar y comenzar desde cero.
Por Cristian Muñoz
Fotografías de IG @lena_bam
www.lena.karkai.cl
La belleza e inmensidad, la soledad y libertad de la Patagonia conmovieron a Lena Bam en su primer viaje hace ocho años. En un reencuentro consigo misma, sintió una conexión especial con las montañas y el gélido aire. Enamorándose de los caballos, hizo suyo el galope de los gauchos. En aquel primer viaje, esta camarógrafa y fotógrafa rusa, dejó su alma en el fin del mundo.
“Desde mi infancia en Rusia me sentí atraída por los caballos, pero mi familia no tenía dinero suficiente para practicar un deporte relacionado. Recién cuando cumplí diez años logré montar a pelo en la montaña fronteriza con Siberia”, señala hilvanando una historia que cobra un especial sentido.
Al trabajar en el área audiovisual como freelance para prestigiosas marcas de outdoor, Lena fue invitada por un grupo de escaladores en un viaje de Santiago a El Chaltén, el paraíso del trekking del sur de la Patagonia argentina. Y aunque no hablaba español, quedó con unas ganas inmensas de regresar.
Así, entre 2015 y 2018, trabajó como camarógrafa para el programa Maravillas del Mundo, de Canal 13, radicándose en la capital chilena.
SOLEDAD, INMENSIDAD
Estoy muy agradecida del canal y de la experiencia en un programa tan maravilloso, donde tuve la oportunidad de viajar por 32 países, esboza. Aunque “de un momento a otro, comencé a dejar de impresionarme de las maravillas que visitábamos y se empezó a transformar en un trabajo rutinario. De esto tomé más conciencia cuando llegué a la Patagonia y volví a sentirme conmovida por todo lo que se presentaba frente a mí, hasta el día de hoy, luego de cuatro años”, reflexiona.
En su cabeza susurraba un llamado lejano desde el extremo austral, una energía que le impelía retornar al extremo austral del país. “Se formó una expedición de fotógrafos de National Geographic para viajar a la Patagonia y me pidieron acompañar al grupo – recuerda -, enviándome primero desde Punta Arenas a Puerto Natales para posteriormente subir en un crucero Skorpios, durante tres días, y llegar hasta el Fiordo de las Montañas”.
Aquella inolvidable aventura conmovió a Lena hasta lo más profundo de su ser. La oportunidad de compartir el mate con los habitantes de una de las zonas más australes del planeta, compartir sus vivencias, significó para ella un encuentro con gente pura, prístina como la región que habitan, gente cariñosa, amable y receptiva. “Realmente me sentí muy cómoda y atraída por la energía del lugar”, confiesa.
Había encontrado su lugar en el mundo. Sólo debía dejar sus miedos atrás. O al menos afrontar la inmensidad de las montañas, el aire frío y hacer suya una nueva vida. Una vida sin familia cercana, sin amigos de años. Una vida de soledad y creatividad, lista para inspirarse e inspirar.
BELLEZA, LIBERTAD
Con cámara en mano continuó el viaje hacia el Parque Nacional Torres del Paine, viviendo y trabajando en el Hotel Río Serrano, y por vez primera, se subió a un caballo en la Patagonia.
“Recuerdo como si fuera ayer esa sensación cuando galopamos por la pampa, con la vista al Macizo, al Río Serrano. En verdad fue algo que me dio esta conexión. Entendí que es mi lugar y es donde quiero estar. Aquí me siento muy bien y muy tranquila”.
Sin mayores preámbulos, Lena tomó la iniciativa de hablar con Sebastián Arancibia y su familia, dueños del hotel, para comunicarles su decisión. Así, llegaron al acuerdo de trabajar como Community Manager y Guía Turística, con la condición de la estancia permanente.
“No podían entender por qué me quería quedar en la Patagonia, a vivir en el fin del mundo. Una persona que desde los 18 años había viajado por muchísimos países y estaba acostumbrada a un ritmo de vida muy distinto, no a una vida simple, pero yo elegí esto, estaba decidida a empezar desde cero”, subraya.
Lena ríe al confesar que sus amigos gauchos le dicen “rusa falsa”, porque siempre tiene frío. Y es raro la verdad, pues nació en Novosibirsk, Siberia, una ciudad ubicada en la frontera del centro-sur con Rusia. Aunque pasó la mayor parte de su infancia en Moscú.
VIAJE INTERIOR
Al cumplir la mayoría de edad viajó a Indonesia enfrentándose a una realidad totalmente opuesta a la de su cultura. “Me chocó la mentalidad de estas personas– en el buen sentido –, porque yo vengo de un país soviético donde me trataban muy diferente. En cambio en Indonesia la gente está feliz, sonríe, caminan descalzos en la arena, vienen a ver los atardeceres, hay océanos, es todo tan diferente, tan distinto”, rememora.
“Este viaje me hizo entender a temprana edad, de que por el solo hecho de haber nacido en un país no significa que debas vivir allí para siempre”. Europa, África y Sudamérica – sin saberlo, la esperaban como próximos destinos hasta llegar al fin del mundo.
Precisamente, en nuestro país, en la Región de Magallanes, en el extremo más austral del planeta, Lena Bam se ha asentado para relatar historias a través de su cámara recorriendo intrincados senderos, compartiendo un mate con habitantes de la zona fronteriza entre Chile y Argentina.
Una historia que nos inspira a conectarnos con nosotros mismos y con el lugar al que pertenecemos. Un viaje interior enfrentando nuestros miedos al conectarnos con la naturaleza en todo su esplendor. Una historia en que la amistad predomina por sobre el dinero, y las imágenes valen mucho más que mil palabras.