Tres conceptos que dan vida al relato de una diseñadora que no solo logra vincularse con su arte, sino también con un concepto que habla de conectar, de emociones y del efecto multiplicador que se genera cuando el trabajo nace, se plantea y se crea desde el alma.
Por Marcela Cademartori
Instagram @leonoramusri
Las telas fueron esa atmósfera en la cual Jeanette Leonora Musri creció desde niña. Con un papá de origen libanés dedicado al comercio y una mamá que confeccionaba la ropa de sus hijas, no era extraño que esta diseñadora sintiera una fascinación por este mundo siendo solo una niña.
«Desde muy chica me involucré en el negocio de mi padre, mientras que nuestra madre, con una veta muy creativa y delicada, nos hacía toda la ropa. Aún recuerdo cuánto me encantaba aquella preciosa falda gris con bolsillos bordados. También tengo memoria de haber ido a las tiendas de ropa usada y encontrar diversas prendas diferentes. Si bien nunca he sido muy trapera, sí sentía que la forma de vestirme tenía que ser única y personal”.
Leonora – rebautizada con el segundo nombre de su abuela paterna – entró a estudiar Diseño de Objetos en el IPS, y estando en la universidad, comenzó con sus primeros emprendimientos, los cuales ya vislumbraban el gran talento que demostraría años después con su marca de ropa.
“Con una amiga empezamos a hacer carteras, que eran como una especie de maletín. Fueron bastante innovadoras para la época. Creo que aún se pueden ver algunas por ahí. Nos fue bastante bien. Ahí me di cuenta de que me gustaba ser independiente y liderar algo propio”.
Su línea creativa marcaría un nuevo hito. Esta vez de la mano por su paso por el diseño y equipamiento de oficinas. Fue para ella una excelente etapa de aprendizaje y gestión de grandes negocios. Luego, por temas familiares, debió trasladarse a la Quinta Región, Villa Alemana fue el lugar escogido. Allí Leonora comenzó con una nuevo proyecto: una tienda de decoración.
“A poco andar de ello, se me ocurrió incorporar una línea de ropa hecha por mí. Era una época en la cual surgió el boom de las ferias de diseño. Participé en una de las primeras que se hicieron en Valparaíso y me fue muy bien”.
Es el punto donde se empodera con absoluta convicción de su arte. Ropa del alma fue el primer nombre escogido para su marca y con la cual establece los cimientos de su identidad. “Sentía que todos mis diseños nacían desde lo más profundo de mí. Había un relato muy personal en lo que hacía, lo que se traducía en los colores y materiales que utilizaba en las prendas, con cortes favorables, detalles y coherencia”.
CONSOLIDACIÓN
La marca de Leonora tomaba forma y se posicionaba en un nicho de clientas que buscaban justamente lo que ella ofrecía. Se trataba de prendas que tenían un relato espontáneo, sincero y que a su vez conectaba con conceptos como la felicidad, inspiración y armonía.
Era momento del siguiente paso. “Primero arrendamos esporádicamente un lugar entre varias diseñadoras para dar vitrina al diseño de autor, pero luego lo convertimos en algo propio”. Nace así Espacio Lavanda, el que mutó con el tiempo a lo que se conoce hoy como Vestidor Santiago, ubicado hace 14 años en el bonito Barrio El Golf.
De esta manera, el trabajo de la diseñadora nacional se hace más visible y su marca termina por afianzarse cuando decide usar su segundo nombre, el de su abuela paterna, plasmando el sello de Leonora Musri. “Siento que existe un antes y un después. Esta decisión me dio impulso para consolidar mi marca y posicionar su identidad”.
EL CARNAVAL DE LEONORA
Hablar del sello de Leonora es hacer alusión al volumen, a la paleta de color, el uso de telas nobles, muchas de ellas tesoros antiguos, y a los detalles. “Los cuellos y los puños de las prendas también son algo que me identifica. Es dar una nueva mirada a esas zonas algo olvidadas, pero, que también son parte de nuestro cuerpo. Se asocian a la calidez, al abrazo, el gozo y la alegría”.
Asimismo, esta autora nacional encuentra en el mundo de los carnavales parte de su inspiración, y es el nombre al cual hace referencia su última colección. El juego con los dorados es para ella una mezcla perfecta para dotar de fuerza a sus diseños, pero siempre bajo el prisma de una armonía muy bien lograda.
La palabra gentileza también se ha convertido en otra faceta importante de su marca. “Esta es una palabra guía, que incorporo en la etiqueta de cada una de mis prendas, porque quiero que quien porte mi ropa, conecte con ella, se mire con gentileza y se multiplique el efecto”, comenta la diseñadora.
Sus raíces libanesas terminan de coronar un trabajo que inspira varias sensaciones a la vez, todas muy conectadas con lo femenino, la armonía y la alegría. Sus piezas son atemporales, de un “lujo discreto” y las favoritas de mujeres que valoran la expresión del estilo personal por sobre la moda pasajera. Son detalles que hablan de una artista que crea desde el corazón.