Superando las siete décadas de existencia, el artista argentino mantiene intacta su pasión y creatividad al momento de pintar una nueva obra. Entre abrazos de amanecida, tarde y noche Guillermo D’Aiello nos presenta una serie que cautiva aún más en tiempos de pandemia.
IG @guillo_daiello
Por Cristian Muñoz – Imágenes cedidas por el artista
Han transcurrido casi seis décadas y el artista argentino Guillermo D’Aiello mantiene intacta su creatividad. Como si fuera ayer se recuerda con 12 años saliendo raudamente de clases para recorrer las cuatro cuadras que separaban el colegio Lasalle del atelier de una vieja pintora francesa donde aprendió a dibujar, a trabajar con acuarela y pintar al óleo.
“Me daba bronca que mis compañeros sólo iban a comer los caramelos de miel al horno que hacía la hermana de la señorita Delia”, rememora desde su hogar en Bellavista, a 40 kilómetros de Buenos Aires. Al repasar sus vivencias vinculadas al arte, Guillo (como le llaman sus cercanos) no puede dejar de citar la frase de Shakespeare, el pasado es el prólogo, como hilo conductor de esta encantadora y amena charla.
Aunque quiso estudiar en el Bellas Artes, su petición fue denegada por sus progenitores, que no lograron apagar ese fuego interno. Toda su vida, sus estudios, trabajo, proyectos y viajes de una u otra manera reflejaban la pasión por la creatividad, una constante inquietud por innovar y destacar.
Abrió un estudio de imagen y comunicación empresarial, fue profesor de imagen corporativa en la Universidad Austral, organizó eventos y bodas para importantes marcas y personalidades. En cada uno de ellos fue innegable su aporte de arte y creatividad. Trabando palmo a palmo con el reputado curador Julio Sapollnik, incluso recorrió el país por encargo de la Embajada Argentina con motivo de la inmigración italiana descubriendo utensilios de inapreciable valor.
Con alma de artista, en colores blanco y negro, Guillo retomó los pinceles poco años atrás. La pandemia estimuló aún más su inventiva. – Porqué únicamente estos colores – preguntamos. “Para mí es jugar con luces y sombras”, replica, colgándose de las palabras de Vincent van Gogh: solo pintando me he dado cuenta de cuánta luz había en la oscuridad.
ABRAZOS
Precisamente en pandemia y citando a Dostoievski – sólo la belleza salvará al mundo – el bonaerense pensó en los entrañables abrazos que producto del Coronavirus hemos dejado de dar. “Esta idea me impulsó a crear la serie denominada Abrazos, pues mucho de ellos aún son recordados por nuestro cuerpo. Abrazar a un amigo, a un familiar o aquellos de corte más romántico son anhelados por muchos de nosotros”, manifiesta.
Una serie de collages de 50 x 60 centímetros con cartulinas pintadas y superpuestas fueron conjugando una serie de formas que emulan esta acción de contacto físico e íntimo tan añorados por el ser humano en momentos históricos que vive la humanidad.
MAÑANA, TARDE Y NOCHE
Borges decía que la vida se compone de una sucesión de momentos, cita una vez más Guillermo. “Desde este concepto, de aquella sucesión de momentos, surge la serie Mañana, tarde y noche, como una forma de expresar las etapas de nuestra vida, con sus luces y sombras”.
Así, el tríptico de 2 x 2 metros pintado con técnica acrílico sobre tela, y que comenzó a pintar un año atrás, inspiró al artista que ha vivido más de siete décadas sobre esta tierra para crear una nueva obra que evoca profundos sentimientos y emociones.
A sus 71 años – pero aparentando diez menos al igual que lo hacía su viejo -, 9 hijos y 8 nietos (el último recién nacido), Guillermo D’Aiello tiene muchos cuadros por pintar. Revela que dos años atrás decidieron vender la casa donde habían criado a cada uno de sus hijos, una casa colonial, para embarcarse en una nueva aventura, a un hogar minimalista.
“Una aventura fantástica que es a la vuelta de los años – parafrasea el artista – pensando que esto recién es el prólogo de lo que vendrá”.