El poder que ha adquirido las redes sociales en la sociedad actual, en particular el fenómeno Twitter donde diariamente personas utilizan nicknames o seudónimos para ocultar su verdadera identidad y así poder agredir impunemente y descargar su odiosidad sobre personas o ideologías bajo el pretexto del bien común, no es lamentablemente un fenómeno exclusivamente local. Un ejemplo de ello han sido los ribetes adquiridos por el movimiento #MeToo.
Como se sabe, estas últimas semanas el fenómeno #MeToo impulsado en redes sociales para referirse a los abusos sexuales se ha recrudecido a partir de las denuncias realizadas por varias actrices, en su mayoría norteamericanas, quienes denuncian al productor Harvey Weinstein haber acosado a varias mujeres aprovechándose de su situación de poder en Hollywood. La situación ha ido creciendo y han aumentado las denuncias teniendo como efecto varias caídas estrepitosas en popularidad con términos de contrato laboral incluido, como por ejemplo el caso del actor Kevin Spacey.
Es así como en la última entrega de los Globos de Oro la mayoría de las actrices vistió de negro en señal de protesta e incluso se creó un fondo para ayudar a las víctimas de acoso el que ya ha recaudado varios millones de dólares.
El tema ha seguido escalando y ha reanudado una discusión de fondo que tiene que ver con los límites que puede haber entre un simple acto de seducción amorosa, que dependiendo de la voluntad de los involucrados puede derivar en relación casual o de relativa estabilidad y permanencia y la imposición de una persona, generalmente un hombre, en querer someter a otra persona, generalmente mujer, a tener un acto sexual no deseado y no consentido simplemente por el hecho de ser más fuerte en términos físicos, de poder, de dinero o posición.
Esta discusión, por supuesto, está muy bien, especialmente si considera la revelación de hechos que hasta ahora han estado ocultos y que han implicado el abuso miles de víctimas inocentes. Sin embargo, si no se maneja con cuidado lo que se afirma en las redes sociales, existe el riesgo de que la opinión pública se deje llevar por lo que lee como una verdad irrefutable aun cuando no esté comprobado.
Esta es precisamente la arista que muestra una carta publicada en el diario Le Monde, firmada entre otras por la conocida actriz francesa Catherine Deneuve. El manifiesto generó controversia porque decía que la iniciativa #MeToo abanderaba un «puritanismo sexual» que sólo ha conseguido despertar una «caza de brujas». Poco después la misma actriz aparece nuevamente en la prensa pero esta vez disculpándose si ha ofendido sin querer a algunas mujeres que pudieron ser abusadas de verdad y se sintieron dolidas por sus declaraciones.
El punto que busca remarcar la actriz, es el excesivo poder que han tomado las redes sociales las que muchas veces condenan a alguien sin darle siquiera derecho a defenderse. En sus palabras: “No me gusta esta característica de nuestro tiempo [… por la que] simples denuncias en redes sociales generan castigo, resignación y, muy a menudo, linchamiento en los medios», añade Deneuve.»No excuso nada, [pero] yo no decido sobre la culpabilidad de estos hombres porque no estoy cualificada. Y pocos lo están» (revista Vanity Fair).