NI TAN BUENOS

Si hiciéramos una encuesta sobre nuestras preparaciones culinarias más tradicionales, sin duda “El Asadito” estaría en el podio de las preferencias. La parrilla abundante, acompañada de unos buenos copetes, grata compañía, conversación distendida y harta risa, es parte de nuestro ADN como chilenos.

Sin embargo, históricamente nos hemos creídos “buenos pa hacer asado” y ahí la cosa es bien distinta. El tema de ser  amo y señor de la parrilla casi se transforma en una lucha de egos entre los machos alfa del evento y, ser el encargado, entrega inmediatamente una responsabilidad mayor y significativa frente a todo el grupo.

Nadie se puede meter con el parrillero, ni criticarlo, ni apurarlo…  mucho menos aconsejarlo. Y como no nos gusta ser menos que nadie, cuando alguna vez nos toca tan importante labor, inmediatamente pasamos a ser “Secos pal asado”, aunque no tengamos la más mínima idea. Preguntar cómo se hace el fuego, pedir alguna recomendación o dar la más mínima muestra  de que “No tení ná que hacer ahí”, sería una humillación pública de proporciones.

Ahora, no es que nosotros nos creamos los “Master Chef” del asado y que estemos ninguneando a todos aquellos amantes del fuego que día a día hacen  su mayor esfuerzo. No va por ahí. Sin embargo, hoy en día la cultura en torno a la preparación de un buen asado es inmensa; hay competencias internacionales, una liga nacional del asado, con participantes expertos de todas las regiones, y hace un par de semanas en Viña del Mar se fundó la ACA – Asociación Chilena de Asadores – que entre otras cosas va a dar representatividad a nuestro país en competencias fuera de nuestras fronteras.

Por tanto, la idea de esta columna es dar consejos y tips de asador que nos hagan mejorar al momento de enfrentar una parrilla. Porque, ¿realmente sabemos qué tipo de fuego usar?, ¿los tiempos de cada corte?, ¿qué aliño o brebaje viene mejor con cada preparación? Las consultas pueden ser infinitas y las respuestas sin duda se nos van acotando.

Entonces, para no seguir arriesgándose a sufrir la humillación social de ser indicado como un mal asador, lea esta columna en cada edición. Quizás no se va a transformar en un experto parrillero pero de seguro no le va a poner cerveza al asado, porque “así queda más rico”.

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