Agradecido del cariño y reconocimiento de la gente, de haberse ganado el sustento haciendo lo que ama, Fernando Kliche se cultiva día a día para dar lo mejor de sí en una profesión que por momentos es un juego, “pero un juego difícil de jugar”, expresa el actor uruguayo nacionalizado chileno. El eterno galán que prefiere hablar de galanura, conversa en profundidad con Costa Magazine y reflexiona sobre los últimos 40 años arriba de un escenario.
Entrevista de Cristian Muñoz
Fotografía de Guille Vargas Pohl
Seis y siete, la edad de Fernando Kliche (67) y la hora de cada mañana en que el actor comienza cebando el mate que acompaña la lectura de un libro de historia o poesía. Tras fumar un par de cigarrillos mientras dibuja o pinta un cuadro, como parte del ritual matutino que lo tranquiliza, el actor se prepara para hacer algo de gimnasia hasta retornar a su hogar y darse una ducha. El reloj marca las 7.30 AM.
“Desde ya te digo que el hombre sin rutina no existe. Además, yo duermo muy poco, entre cuatro y cinco horas como mucho. Lo que la gente llama insomnio es mi tiempo para cultivarme, para aprender un nuevo idioma”, comenta uno de los rostros célebres de la televisión y el teatro chileno de los últimos cuarenta años.
Precisamente, a comienzos de la década de los ochenta – tras ser descubierto por un productor de telenovelas de la época y ser alentado por su padre Walter Kliche, que en aquel entonces cosechaba los réditos en la televisión criolla gracias a su protagónico en la teleserie La Madrastra – el médico veterinario de profesión decide cambiar de rumbo optando por el mundo de los reflectores.
Hoy, Fernando Walter Kliche Hermida se detiene para conversar con Costa Magazine de toda una vida en la actuación, robándose el corazón de miles de televidentes que lo vieron madurar en la pantalla chica perteneciendo a una dinastía de galanes de Canal 13, y participando de teleseries íconos tales como La Intrusa, ¿Te conté? y Marrón Glacé.
¿Qué aspectos remarcarías en cuanto a la evolución de la televisión en los últimos años?
La televisión ha cambiado en forma sustancial, no solo en términos tecnológicos, sino también encausada por una sociedad que se mueve en otros horizontes. En los setenta la TV enganchaba a la gente por su programación. Tú podías entender al personaje y la historia que se narraba por su lenguaje y su forma de expresarse. Hoy te haces una idea del personaje por el auto que conduce, el reloj o los zapatos que viste, los dispositivos, electrodomésticos, viajes… en fin, se proyecta una imagen publicitaria por sobre la historia, reduciendo el diálogo y conceptualización de los protagonistas.
Imagino que no eres fans de las redes sociales.
Te soy muy honesto, pero soy una persona para nada tecnológica. Soy de otra época y tengo muchos recursos como para manejarme y funcionar sin la tecnología. Lamentablemente, por necesidad de comunicarte a distancia con tus seres queridos, acudes a una inmediatez inherente al desarrollo, pero yo me muevo dentro de un ámbito emocional, vinculado a los afectos, a la amistad.
Y no te olvides que funcionamos conceptualmente, dentro de ideas que se procesan en nuestra mente a través del lenguaje. Entonces, ¿cómo es posible que estemos expresando nuestras emociones con estos famosos emoticones? Hemos reducido la capacidad expresiva del hombre, del individuo culto capaz de expresar con claridad sus ideas, mermando a su vez una respuesta emocional acorde a su desarrollo intelectual.
¿Cómo percibe la existencia un actor, en este caso Fernando Kliche?
Nosotros percibimos la existencia de otra manera, mucha veces hasta los colores son distintos; somos más susceptibles a ciertas cosas vinculadas con el desarrollo de motivaciones, de actitudes que después vas a usar como elementos de juicio para interpretar a un personaje. Y es que a pesar del día a día, de las cargas emocionales de cada individuo en su vida personal, una vez que se sube el telón, el actor está preparado para lo que venga. Por eso a la actuación también le llamamos un juego, un juego difícil de jugar.
Dejando de lado el área dramática de Canal 13, te quiero llevar hacia la comedia, a una década en Teatro en Chilevisión.
Primero, no quiero dejar de mencionar a Patricio Torres. Hace 40 años que nos conocemos y la verdad que es un placer trabajar con él y haber madurado en este oficio tan difícil que es la comedia. La comedia te permite desarrollar una serie de percepciones y habilidades para identificar una serie de estados emocionales.
Imagino que poseerás un sinfín de anécdotas… Nos pasó de todo, desde un micrófono que te cae en la cabeza hasta llevarte por delante una mesa de vidrio. Y no olvides que teníamos cinco cámaras que mostraban lo que transcurría en vivo arriba del escenario. Pese a todo, la obra debía continuar, aunque se te olvidara el parlamento, pues estrenábamos una obra por semana. Pero así es este juego difícil de jugar.
Cómo experimentas el reconocimiento de la gente hacia tu persona, hacia tu carrera Fernando.
He tenido la suerte y la tengo aún, de contar con el reconocimiento y amabilidad de la gente cuando salgo a comprar cigarrillos o a buscar la hierba para tomar mate o simplemente cuando salgo a caminar con mi hijo. El solo hecho de saludarte o pedirte una foto es un plus para el actor. Yo particularmente lo veo como una bendición, y agradezco muchísimo que haya alguien que te reconozca por la labor que haces desde un medio tan difícil como es el escenario. Si además pagan una entrada para ir a verte al teatro, debes cultivar el respeto hacia el público haciendo bien tu labor, haya dos personas o cien sentadas en la platea.
Hablando de reconocimiento, ¿quisieras dedicar algunas palabras a la figura de tu padre?
Es alguien a quien tengo que agradecer muchísimo, porque hasta diez años atrás mi padre estaba muy activo. Hoy tiene 96 años y obviamente está retirado de todo esto. Pero papá ha hecho una carrera maravillosa y obviamente el público constantemente me detiene en la calle para preguntarme por él, algo que realmente valoro.
Esperamos contar con Fernando para rato, hoy por hoy, siguen con Patricio Torres presentándose cada fin de semana con la obra “Por qué será que las queremos tanto”.
Esta es una obra del argentino Daniel Dátola que retrata en cuerpo y alma el mundo masculino y su visión de las mujeres, y lo que dicen de ellas cuando están solos. Son dos tipos machistas que ridiculizan el machismo de manera espectacular. Y si bien los argentinos se destacan por hacer una crítica algo más abierta o cruda de la sociedad, nosotros – junto a Patricio Torres – le dimos un cariz algo más reservado. Personajes que si bien hablan directo al público, lo hacen cierta reticencia, y van planteando diferentes perspectivas a descubrir. La verdad, es que el público se sorprende y se encanta hacia el final.
No puedo dejar de preguntar cómo te vinculas con la figura de eterno galán.
Para mí el galán no existe. Hemos hecho de esto un ícono, una imagen, un ideal de acuerdo con la situación que queremos representar. Lo que existe es la galanura. La actitud, es una acción y una reacción, es un fenómeno de abordar la relación humana. Es una forma de ser respetuoso y de ser simpático a la vez. No hay nada más lindo – para mí – que escuchar a la gente hablar y decir cosas lindas en un mundo donde la mayoría habla mal y dice cosas feas.
En retrospectiva, ¿te sientes agradecido por el camino que decidiste recorrer?
Personalmente, creo que he sido un bendecido. Elegí el teatro pues es lo que más me acomoda dentro del punto de vista existencial. Creo que nací para el teatro, para conversar con la gente, planteándoles preguntas para obtener respuestas. Y en este momento de mi vida, mirando hacia atrás, siento que no hice una mala inversión. No ha sido fácil, pero en definitiva, me siento agradecido de una vida en la actuación.