Una de las principales dificultades que tienen los miembros de la pareja – según me ha tocado presenciar en consulta- es «dejarse estar» ignorando que han tomado distancia, viviendo cada uno las consecuencias de sentirse solos y aislados. Un camino que han forjado, erradamente, creyendo que la relación de pareja se sostiene por sí misma, sólo porque un día se contrajo matrimonio o porque se decidió formalizar una relación.
Compartir un proyecto de vida, sintiéndonos acompañados y amados, continúa siendo el anhelo de la mayoría de las personas. Casarse o tener una pareja conlleva contar con un refugio, muy necesario en nuestra naturaleza humana.
Con lo anterior, no estoy afirmando que el único espacio que nos provee de refugio y de cariño se obtiene en la relación de pareja. Hay muchas otras relaciones que otorgan seguridad y afecto, sin embargo, ésta, en su espacio único de intimidad amorosa, nos otorga aquel territorio mágico, donde puede encontrarse el apoyo emocional necesario para enfrentar la vida. Mantener vivo este privilegio, en comunión, merece tener siempre presente esta necesidad de renovación, que a ambos exige la relación.
Si cada vez que intentan comunicarse empiezan a discutir – considerando que ya no encuentran en la relación ese refugio seguro para ser positivos y reales – entonces es preciso considerar estas señales de alerta, a fin de poder detenerse a tiempo sin tener que lamentar daños mayores. Esta situación no significa que ya no puedan estar juntos, al contrario, apuntan a que es necesario hacer transformaciones… ¡pronto!
Renovar el proyecto en común, donde puedan reconstruir el refugio seguro para ambos es esencial, exigiéndoles de tiempo e interés por crearlo y mantenerlo, en el que puedan ampararse y superar juntos los momentos difíciles.