Hace once años se comenzó a escribir una historia de amor, entrega y compromiso. Fue un hecho inesperado y fortuito lo que cambiaría el destino de Patricia Beltrán Silva, fundadora de Betania Acoge, fundación que ayuda a mujeres en situación de vulnerabilidad. Un inicio con tan solo 8 beneficiarias y un pequeño equipo de trabajo, tiempo después se ha convertido en una gran familia que hoy ya suma cerca de 80 beneficiarias.
FB: Fundación Betania Acoge
@betaniaacoge
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Emocionada aún recuerda lo que fue ese encuentro casual con Anita, una porteña que pasaba por momentos difíciles. El destino quiso que Patricia y Anita se cruzaran. “Un día caminaba por calle Chacabuco en Valparaíso y una mujer se acercó. Entre sollozos me pidió un abrazo. La abracé en un gesto que sería el inicio de lo que tiempo después se convirtió en una obra que ha transformando la vida de cientos de mujeres, abriéndoles el camino hacia nuevas oportunidades: Fundación Betania Acoge”.
“Para mí ese momento fue una oportunidad. Fue el regalo que Dios me mostró para guiarme por lo que debía hacer. Ese encuentro me cambió la vida y entendí lo que esta tenia para mi futuro”.
Durante los primeros años, la Fundación funcionó como una casa de acogida. Fue una época marcada por una intensa labor que buscaba visibilizar el objetivo que se quería alcanzar. Se contactó a personas que se motivaran a apoyar esta iniciativa y se inició una campaña orientada a recaudar los recursos que se necesitaban para cumplir con este gran anhelo que Patricia Beltrán se había trazado.
Hacia el año 2012 se logró crear la Fundación con una estructura organizada a partir de la cual se formaron los pilares que han llevado a Betania Acoge a crecer en el tiempo. “Tenemos un gran equipo de trabajo compuesto por nuestra área administrativa, directores, profesionales y terapeutas, cada uno de los cuales desarrollan una tremenda labor de entrega y compromiso hacia nuestras beneficiarias”.
UNA RED DE AMOR
Como una familia, así describen las beneficiarias a la Fundación, un espacio cálido y familiar que abre sus puertas cada vez que alguna mujer lo necesita. Una acogedora fachada de color verde agua, en plena Avenida Brasil, en Valparaíso, se ha convertido para muchas de ellas en una luz de esperanza para sus vidas.
“Es un orgullo observar cuando ellas logran encontrar esa oportunidad y salen adelante. Me llena de emoción verlas cuando alcanzan sus propios logros. Algunas han estudiado, otras han iniciado sus propios emprendimientos; en fin, son varias las historias que nos han llenado de satisfacción y es desde acá que nuestro desafío es llegar a cada una de ellas en el momento justo”.
El año 2020 y la llegada de la pandemia fue para la Fundación un escenario complejo de enfrentar. Las puertas se cerraban y junto con ello se terminaba ese espacio presencial en el que las beneficiarias encontraban contención y acogida.
Sin embargo, Patricia no se quedó inmóvil y una rápida reacción la movilizó para buscar una solución y seguir llegando con esa ayuda que se sabía era esencial para sus “chicas”.
“Nuestro equipo se dividió en grupos y cada uno tenía a cargo un número de beneficiarias. Cada semana nos reuníamos para hacer un balance de cómo estaban, saber qué necesitaban y así poder ayudarlas. Las consultas terapéuticas se comenzaron a hacer vía telefónica y por zoom”.
Este nuevo escenario se convirtió en un nuevo desafío para la Fundación, ya que se vio cómo a través de la tecnología se podía llegar a mujeres de otras regiones. “Esta pandemia nos mostró que las necesidades son muchas y estas se repiten a lo largo del país. Por ello, la Fundación se está abriendo a la posibilidad de ser un espacio de acogida y de transformación para mujeres de otras zonas de Chile”.
NOMBRES QUE INSPIRAN
Marileth, Rosita, Natalie son solo algunos de los nombres que en la Fundación mencionan con orgullo. Se trata de beneficiarias, que gracias a esta iniciativa, encontraron una oportunidad para sus vidas y desde acá relatan su experiencia personal.
“Gracias a Betania Acoge me he capacitado y he tomado diversos cursos. Siempre me han estado apoyando en diferentes aspectos. Durante este año y producto de la pandemia, además me ayudaron con alimentos. Agradezco a todos quienes durante este tiempo me han tendido una mano. Mi familia y yo lo valoramos enormemente”, comenta Marileth, una de las beneficiarias.
Natalie no se queda atrás con sus palabras de agradecimiento. “Hoy puedo decir que le encuentro un sentido a mi vida. No ha sido un proceso fácil. Cada cierto tiempo se me acaban las fuerzas, pero la Fundación siempre está ahí, conteniéndome e impulsándome a seguir”.
Pero más mujeres se van sumando a esta hermosa familia en la que se ha ido transformando la Fundación, entre las que es importante mencionar a sus profesionales, terapeutas, administrativas y todas y todos quienes desde afuera se han motivado a colaborar y entregar un granito de arena que con amor termina convirtiéndose en grandes procesos transformadores.
“Han sido 11 años de una entrega incondicional y con grandes experiencias de encuentro. Parece que fue ayer que todo partió y ya ha pasado más de una década. Cada vez me siento más contenta de estar donde quiero estar. Escuchar y estar con cada una de mis beneficiarias lo siento como un privilegio. Definitivamente es un regalo para mi vida”, reflexiona, finalmente, Patricia Beltrán, la gran protagonista de esta historia de amor, esfuerzo y compromiso.