Triángulos piramidales de plata 950, círculos concéntricos de cuarzo recogido del Valle del Elqui u otros minerales, evocan diseños que contrastan la naturaleza terrenal con el cosmos, orden y caos. Piezas ornamentales de gran valor elaboradas a mano en todo su proceso, desde la idea. Fundición del metal, diseño, fabricación, terminaciones y hasta la fotografía, son obra de Monserrat Maluk, orfebre viñamarina que durante los últimos siete años cautiva a un fiel público con exclusivas y seductoras joyas artesanales.
Contiguo a su vivienda se encuentra su taller, donde “Monse” funde la granalla, materia prima que se convertirá en lingotes, siendo posteriormente laminados para obtener diferentes espesores, paso primitivo necesario para dar vida a una nueva joya. Desde su banco – entre arco de sierra, limas, soplete y martillos – la artesana suelda, moldea y con delicados golpes da terminaciones a las figuras que nacen de su conciencia e imaginación.
“Trabajé como publicista durante cuatro años en Santiago, pero me vino la típica crisis vocacional de los ventitanto, así que decidí tomarme algunos meses para aclararme y definir qué iba a hacer con mi vida. Esa misma semana ingresé a un taller de orfebrería, y aunque hace mucho tiempo quería hacerlo, no lo veía como un camino de vida”, reconoce la creadora.
Poco a poco siguió motivándose y progresando, y en menos de dos años armó su taller propio; aunque hasta el día de hoy visita a una de sus maestras con tal de seguir aprendiendo cada detalle del milenario arte. “He podido constatar lo infinito que puede llegar a ser este oficio al visitar otros talleres y conocer a hábiles maestros orfebres”, expresa la artista, añadiendo que algunos de ellos incluso confeccionan sus propias máquinas y herramientas.
A GOLPE & FUEGO
Anillos, colgantes, pulseras y aros resultan en su mayoría de la fusión de plata y piedras naturales creadas en el taller de Concón. Las preferidas por sus clientas son labradoritas, obsidianas, cuarzos y crisoprasas. “Todas las piezas son distintas. Se elaboran una a una, a mano, en conciencia. No trabajo con piedras calibradas, por ello no hay dos iguales, las compro de manera súper intuitiva: voy, miro todo lo que hay y escojo”, aclara.
Las joyas de plata 950 – medición referida a un 95% de pura plata y 5% de cobre – evocan aspectos terrenales y galácticos como el desorden en sí mismo, la trinidad y otros misterios. “Me gusta esa mezcla de naturaleza terrestre y del cosmos, orden y desorden, generar contrastes, trabajar con plata patinada y darle luz muy brillosa para generar más profundidad”, explica Monserrat, quien otorga un toque rústico como sello distintivo. Eso sí, para la artista es fundamental “que cada joya transmita energía, que tenga algo que contar, sin dejar de ser sutil”.
Su público es variado, aunque mayormente mujeres. “Tengo algunos clientes hombres que se identifican con algunos de mis diseños – comenta con orgullo -. Eso me pone muy feliz, porque en algunos casos mi obra trasciende al género”.
Y si bien su arte no apunta a la confección de argollas de matrimonio, ha trabajado junto a los novios para realizar anillos en su workshop, logrando una pieza única con un significado especial. “Ellos traen su metal; lo fundimos, laminamos y damos forma, según el gusto de cada uno – explica Monserrat-. A pesar de que trabajan con todo el corazón y sacan el brillo más hermoso a ese oro, a veces no quedan perfectas, pero, ¿no es así el matrimonio?”