Unos días antes de que el Papa Francisco arribara a Chile, Cadem difundió una encuesta que reveló el parecer de los chilenos con respecto a la visita de la autoridad religiosa. En ese contexto, sólo un 23% calificó como “muy importante” esta visita, un mayoritario 50% opinó que es “poco o nada importante” y un 54% dijo estar “en desacuerdo” con que se haya decretado feriado en Iquique, Santiago y Temuco, las tres ciudades visitadas por la máxima autoridad católica.
Es cierto que en la última década, la identificación de los chilenos con la religión Católica ha ido en descenso mientras que la Evangélica ha registrado un leve aumento. Según la Encuesta Nacional Bicentenario 2017, realizada por el Centro de Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile y GfK Adimark, el 59% de los chilenos se declara católico, cifra que alcanzaba un 66% en 2007. Mientras, un 17% dice ser evangélico, solo un punto menos que hace una década.
Sin embargo lo anterior, no parece explicar del todo que la mitad de los chilenos no considere la visita del líder de la iglesia más importante y antigua del mundo como algo significativo. Es cierto que el escenario de hoy es bastante distinto del Chile que aguardaba con ansias la venida del papa Juan Pablo II, varias décadas atrás. El contexto ha cambiado y nuestra sociedad no sólo está más indiferente a los temas religiosos, también más desconfiada, recelosa, menos tolerante aunque también más abierta al debate y con problemas sociales distintos a los de antes como son la migración, el desempleo, la violencia, la droga y la inseguridad.
Por ello es que hay que mirar la visita del Papa como una oportunidad para que hablemos de temas propios de nuestra realidad, pero en una lógica distinta a la que estamos acostumbrados. En Chile, al igual que en otros países, temas como los mencionados son siempre abordados desde el conflicto y no por los puntos de encuentro. Ésta puede ser una oportunidad para que cambiemos esa discusión.