En un diálogo constante entre gráficos, pintura y fotografía, la obra de Sebastián Vargas Fernández del Río aúna conceptos extraídos de la cultura del pop, el cómic, la publicidad y los medios de comunicación. En su ecléctico proceso creativo e investigativo – con extensas jornadas en el mítico taller Caffarena de Yungay – el artista mantiene siempre un interés por la iconografía y la manipulación de imágenes al azar.
Apasionado por los viajes, el arte y la música, Tan Vargas (38) estudió Bellas Artes en Santiago de Chile especializándose en escultura. Al conocer en 2003 el pop setentero norteamericano del pintor alemán postmoderno Sigmar Polke, su producción artística experimentó un antes y un después, presentándose con numerosas exposiciones individuales y colectivas en prestigiosas galerías de Chile y ferias de Hong Kong, Sídney, Berlín, Nueva York o Buenos Aires.
Utilizando técnicas de manipulación gráfica como collage, fotoserigrafía o impresión análoga, el artista recoge mayormente de internet logotipos o fotografías, imágenes vectoriales e ilustraciones para desproveerlos de su contexto original transfiriéndolos a diferentes soportes, creando así una estratificación vibrante de imágenes encontradas.
El artista confiesa ser una persona que busca permanentemente estímulos y referencias “que puedan ser añadidas en mi obra y que me ayuden a traducir lo que está en mi cabeza. Una de ellas, y de las importantes, es la música”. Conversamos con Sebastián Vargas para conversar más sobre su proceso creativo, de inspiración e investigación con tal de conocer a fondo a un verdadero artista de exportación.
¿Cuál estado de ánimo te favorece en el momento de la creación artística?
“Todos los estados de ánimo, si se ven reflejados en mi trabajo, son válidos y sirven para crear; asimismo pueden ser una fuente de inspiración infinita y llegar a ser muy fructíferos si se les sabe aprovechar”.
Y cómo los aprovechas tú…
“Creo que es importante cuando en una obra de arte, musical o de cualquier índole, el espectador puede leer y sentir el estado anímico o mental del artista o las condiciones emocionales en las que la obra fue realizada. En mi caso, cuando mis obras reflejan mi condición ya sea espiritual, anímica o emocional, las considero un reflejo de mí mismo, de lo que pienso, lo que quiero decir y lo que necesito escuchar, por lo tanto mi obra se torna verídica”.
Sabemos que tocas en varias bandas, ¿cuál sería el papel de la música en tu obra?
“Hago uso de la música y del silencio permanentemente durante mi proceso creativo. Soy un melómano que disfruta escuchando todo tipo de canciones, dependiendo justamente de mi estado anímico. Además, tengo la fortuna de tocar en varias bandas, por lo tanto, la música se ha transformado en una disciplina igual o más importante que la pintura”.
¿Cómo conectas tu forma de hacer música – tocando un instrumento no convencional -, con el estilo de tu arte?
“Aunque son disciplinas diferentes, conecto y ejecuto la música y la pintura de manera muy armónica en mi taller del barrio Yungay, en donde junto a otros artistas y músicos generamos instancias de expresión sonora muy fértiles para luego seguir cada uno en nuestros estudios”.
¿Utilizas los sueños como fuente de inspiración?
“´La vida es un sueño…´ Y aunque aún no descubro donde está esa famosa fuente, el desarrollo de mi obra y trabajo tiene que ver con una manera de comunicarme hacia el mundo a través de un lenguaje bastante complejo llamado arte. Por ende, siento una enorme responsabilidad conmigo mismo de buscar constantemente las palabras e imágenes indicadas para poder expresarlo y exponerlo de la manera más correcta y eficaz posible”.
Cuéntanos ahora sobre la investigación que subyace a una de tus obras.
“Mi obra responde a un proceso metódico de investigación. Me levanto y paso doce horas diarias en mi taller tratando de descifrar las mil cosas que pienso por minuto – esto lo hago estando inspirado o no -. En el fondo el trabajo y la reflexión son constantes.
¿Cómo encaras mil pensamientos por minuto?
“Estoy permanentemente experimentando. Al plantear un tema específico a desarrollar en mi taller, inmediatamente muta hacia otro concepto o idea que luego contrapongo con otra. En mi trabajo hay una constante evolución de conceptos y de significados; una imagen puede significar mil cosas y la lectura de mi obra, a su vez, tiene muchas alternativas de interpretación”.
Como espectador, es ineludible la necesidad de descifrar, ¿qué elementos recurrentes acompañan tus cuadros?
“Las imágenes o conceptos recurrentes en mi trabajo son muchísimos, pero siempre hay conceptos que se repiten de una u otra manera. Por ejemplo el tema botánico estuvo muy presente en mi obra durante mucho tiempo. El paisaje urbano, la ciencia, la psicodelia y sobretodo algunos conceptos publicitarios que se entrelazan con ideas graficas tales como diagramas numéricos y la fotoserigrafía”.
De todos estos años viajando, ¿qué culturas te han cautivado?
“Los viajes han sido muy importantes para mi desarrollo como ser humano.
El ver y conocer diferentes culturas, religiones, paisajes me ayuda a tener una visión más amplia de éste y de cómo funcionan las sociedades bajo diferentes escenarios.
Sin duda, me son atractivas las culturas que aún conservan y se aferran a sus tradiciones más primitivas y originarias”.
¿Cómo cuáles?
“Sin la necesidad de habar de países lejanos, o lugares exóticos al otro lado del mundo, tenemos a nuestro vecino Bolivia donde el gran porcentaje de la población tiene descendencia indígena. Las personas siguen comiendo, vistiendo, hablando y viviendo de la misma manera que lo hacen desde cientos de años… eso me cautiva”.
¿Qué deberíamos saber sobre la evolución que presenta tu última serie?
“Mi trabajo responde a una necesidad interna de querer expresar mis ideas mediante un lenguaje que se me presenta de manera fluida, que es el lenguaje de las imágenes. Con los años son cada vez más los recursos tanto intelectuales como plásticos que intento se expongan y se vean reflejados en mi trabajo”.