A la edad de siete años Macarena Achurra comenzó a observar el mundo a través de una cámara análoga, una Nikon F sin fotómetro. “Siempre estuve relacionada con la fotografía, era como una extensión, una parte de mí”, comenta la reconocida fotógrafa publicitaria de gastronomía y decoración. Hija del gran actor Patricio Achurra y además hermana de Connie e Ignacio, vinculados también a la pantalla chica, la Maca ha heredado una beta artística que imprime a cada uno de sus proyectos visuales.
Como dice ella, la vida se encargó de encaminarla hacia un sendero profesional desarrollándose en diversas áreas de la fotografía publicitaria: primero el vino, luego la moda, decoración landscape… hasta llegar al food styling, integrando hoy el Círculo de Cronistas Gastronómicos. Acreedora de importantes premios – Gold Winner, General Photography, Latin America Hasselblad Contest 2011 – Macarena hace una pausa entre su ajetreada agenda para darse un gustito y capturar imágenes sin una razón o motivo aparente más que expresar su visión del mundo.
“Me encanta viajar contemplando la inmensidad en los paisajes”, confiesa. Así al menos recuerda su paso por San Pedro de Atacama en años como 2009 y 2012 donde apreció los cambios en lugares del mágico desierto nortino. Con una serie de fotografías publicadas en la presente edición de Costa Magazine nos impregnamos del espíritu de Macarena al transmitir lo pequeño que puede llegar a ser el hombre frente a la grandeza del universo.
Tienes una reconocida beta artística, padres actores, hermanos en el mundo de la TV…
“Y como tengo esa beta artística trato de hacer en publicidad un poco de arte. Aclaro que mi padre también trabajó un tiempo como fotógrafo, de hecho tomó cursos nada menos que con Bob Borowicz”.
Has dicho que no te imaginas sin una cámara.
“Es que está en mi ADN. En el colegio siempre les tomaba fotos a mis compañeras y luego haciendo atletismo aprovechaba cada campeonato para fotografiar a los competidores. Siempre estuve relacionada con la fotografía, de manera que para mí era como una extensión”.
¿Cómo resolviste el tema de la vocación?
“Al comienzo quería estudiar arqueología, me encantaba el hecho de descubrir cosas ocultas en el tiempo; astronomía también me fascinaba, pero había que ir a estudiar a Copiapó y no hubo mucho consenso. La otra opción era estudiar mecánica automotriz, pues mi abuelo – que lo amaba demasiado – todo el tiempo me enseñaba de autos. Aprendí a carburar o a distinguir si una falla era eléctrica o de motor, por ejemplo. Pero mi abuela tampoco quiso. Entonces dije ok, voy a estudiar algo que no puedes negar, así me incliné por Comunicación Audiovisual”.
¿Cuándo decidiste lanzarte definitivamente al mundo de la fotografía publicitaria?
“Bueno trabajé un tiempo como segunda cámara en televisión, hasta que un pololo que tuve – quien además tenía una agencia de publicidad – me dijo ´Maca tú siempre has sido fotógrafa dedícate a eso´. Así que me pasó mi primer cliente, la Viña de Martino, especializándome en vinos y participando de los inicios de la revista CAV como fotógrafa.
Y como la vida te va guiando luego comencé a trabajar para retail, para revistas de novios, hasta que me recomendaron para fotografías de Decoración, hasta inclinarme por el rubro gastronómico”.
¿Podemos hablar de algún tipo de imagen predilecta?
“Difícil inclinarse por un tipo de fotografía. Cuando empecé con los vinos lo hacía con cámara análoga con botellas verdes que había que darle un filete rojo, era otro concepto. También he pasado por etapas distintas. Me encanta el Food Style, pero también me encanta quedar agotada después de hacer un catálogo por el reto de rapidez que implica, el reto de programación o el propio desafío de hacer que las cosas horribles se vean lindas.
También me encanta hacer retratos, incluso preparé una exposición. La decoración tiene una arista que me gusta mucho porque en el fondo estás sola frente a un espacio, te tomas el tiempo necesario en cada ritual esperando la luz perfecta”.
¿Qué referentes tiene Macarena Achurra?
“Soy admiradora del trabajo del fotógrafo y director estadounidense David LaChapelle o de Helmut Newton. Recomiendo a todos quienes trabajan con imágenes leer el libro de Susan Sontag, Sobre la fotografía”.
Ahora viajemos a San Pedro de Atacama, ¿qué fin tuvieron aquellas fotografías?
“Se debió primeramente a un viaje de trabajo donde mi labor era mostrar lo mejor de Chile. Así que estuvimos cerca de una semana observando todos los lugares y los mejores ángulos del norte del país, pero que no estuvieran repletos de turistas. Tres años más tarde – en 2012 – viajé nuevamente a este mágico lugar apreciando grandes cambios por el aumento de hoteles y una múltiple oferta gastronómica. Eso sin mencionar el hecho de que los geisers tenían acceso abierto y ahora estaban en un área acordonada”.
¿Cómo te sentiste tú particularmente frente a cada escena que contemplabas?
“Personalmente creo que en San Pedro sucede lo mismo que en Isla de Pascua: o te carga o te fascina. A mí me encantó el paisaje más que la onda del lugar. El desierto y sus colores en el transcurso de 24 horas, el horizonte infinito, la soledad, la inmensidad. Algo parecido a Torres del Paine pero en otro sentido, una sensación de estar inmerso en todo, sintiéndonos a la vez, tan pequeños”.
Escrito por Cristian M. Caces · Fotografías de Macarena Achurra · macarenaachurra.com