Venecia sin ti

Relato y fotografía de Jonathan Arriagada IG @jonasenviaje

Me sumerjo en una profunda emoción al recordar el ayer en una de las ciudades más románticas del mundo, aunque esta vez el título de la famosa canción de Charles Aznavour podría ser “Venecia sin mí”. Y es que el encanto que destilan sus puentes y canales te invitan a volver una y otra vez. En mi caso lo hice tres veces, ¿la última? noviembre de 2019.

Situada en el noreste de Italia, la ciudad se erige sobre un conjunto de islas a orillas del Mar Adriático. Un paseo en góndola, solo o en compañía, es una experiencia mágica al descubrir la vida en sus folclóricos barrios donde parece que el tiempo se hubiese detenido. Sus casas que salen del agua como si fueran papiro, destellan una personalidad propia. Los almacenes y su gente tienen un encanto especial.

A medida que la recorres te enamoras, poco a poco, de cada uno de los rincones de la capital del Véneto. Recuerdo la primera vez que pisé Venecia llegando en una barcaza al Puente de Rialto (Ponti di Rialto). Eran las tres de la mañana, estaba con mis maletas, perdido, y no avistaba ningún alma que pudiese orientarme.

En eso, en medio de la neblina – como si de una película de terror se tratase – aparece un hombre (pensé ´me va a matar´) dispuesto a ayudarme hasta encontrar la dirección. Estuvimos cerca de 30 minutos descifrando el recoveco entre pequeñas calles y pasajes que dieron con mi alojamiento en una especie de cité.

Llama la atención que en la noche todo el mundo se esfuma, pero en el día la gente pulula cual cantidad de palomas en la Plaza San Marcos, esta última, el corazón de Venecia. Aprovecho obviamente de recordar este imperdible. ¿En qué iba? Ah, es fascinante observar temprano durante las mañana cómo se proveen los almacenes o negocios locales, transportando en “burritos” o carritos de dos ruedas la mercadería.

Sin miedo a perderse

Si quieres caminar Venecia – ya que el tráfico vehicular no existe – entre medio de cada uno de los puentes de madera que unen las islas, debes ir preparado a realmente caminar. Son tantos los lugares que llaman la atención que deseas explorar cada uno de ellos. Eso sí, debes ir dispuesto a perderte, a conocer, a adentrarte en el espíritu veneciano.

Descuida, siempre habrá un almacén o un pequeño bar para tomar algo y hacer una pausa.  Además, en las esquinas de cada calle hay indicativos guiándote hacia la ferrovía principal o la Plaza San Marcos.

Al ser un verdadero Patrimonio de la Humanidad, el veneciano es muy educado y está constantemente preocupado de cuidar su ciudad. Y es que tanto su encanto como fragilidad, al estar constantemente amenazada por una inundación (bajo las olas del acqua alta), hacen de Venecia un mágico e inolvidable destino que te invita una y otra vez a volver. Quisiera pensar, tal como recita la canción de Aznavour, en una Venecia sin mí qué triste y sola está.

Venecia es, en su conjunto, una obra maestra de la arquitectura y hasta los más pequeños de sus monumentos albergan obras de los más grandes artistas de todos los tiempos, como Giorgione, Tiziano, Veronés y el Tintoretto, entre otros.

Capital de la región de Véneto en el norte de Italia, abarca más de cien pequeñas islas en una laguna del mar Adriático. No tiene caminos para automóviles, solo canales, incluida la vía pública del Gran Canal, bordeada de palacios renacentistas y góticos.

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