En el Valle del Maipo, a los pies de la Cordillera de Los Andes, vive una familia rodeada de un pequeño viñedo de Cabernet Sauvignon y Syrah. Allí, en el sector de Alto Jahuel, en suelo pedregoso, se forja el terroir de un clan que nació producto de la creatividad del enólogo Germán Lyon y de la nostalgia de su suegro, Juan Gaete.
LOF es el concepto. Clan en Mapudungun – lenguaje originario de nuestro país – es su significado. Término que con el paso del tiempo cobra mayor sentido en un proyecto emprendido por el enólogo de la Viña Perez Cruz, Germán Lyon y su suegro, Juan Gaete. De construir sus hogares en el Valle del Maipo, plantando tres hectáreas de parras para su venta a granel, hoy venden más de 20 mil botellas dirigidas principalmente al mercado nacional.
A los pies de la Cordillera de Los Andes, en el sector de Alto Jahuel, Juan y Germán construyeron sus viviendas rodeadas por verdaderos jardines de uvas. Al igual que lo hacen los viñedos antiguos en Europa, donde la residencia del agricultor se encuentra en el centro de las plantaciones, poco a poco se fue forjando una identidad, una cultura, un sabor especial del lugar y su gente, un terroir.
“Aunque a comienzos de 2005 la idea era vender uvas Syrah a granel para pagar los gastos de mantención, fue inevitable que no se sintieran tentados a producir un vino propio”, explica Carlos Gaete, gerente comercial de Vinos Lof, respecto a la creatividad innata del enólogo y a la nostalgia que sentía su padre – Juan Enrique Gaete – al haber pasado su niñez en medio de los viñedos de Talca.
Incorporando en 2009 el Cabernet Sauvignon a su plantación y, de esta forma, completando las tres hectáreas de venta de uvas a granel, decidirían – tres años más tarde – aventurarse en la elaboración de un vino propio. Para ello, apartaron tres barricas equivalente a 900 botellas.
“Germán tenía buena referencia con los Syrah porque había hecho un postgrado en el Valle de Ródano en Francia, adquiriendo la particular técnica de vinificar el 50% de la cosecha con el racimo entero, otorgando no sólo un carácter de frutosidad, sino de un vino más largo, con sabores totalmente herbales”, explica Carlos, el menor de los seis hermanos.
Con una familia de seis hermanos y un amplio círculo de amigos y conocidos, aquella primera producción propia no sobreviviría muchos meses, obligándolos a embotellar nuevas botellas, pero esta vez, incluirían el Cabernet Sauvignon.
CRECIMIENTO
Lo que iniciaría como una pequeña aventura enmarcada dentro del ámbito familiar se iría extendiendo – siempre desde adentro hacia afuera – exigiendo a sus protagonistas profesionalizar la marca. Así es como ingresa Carlos Gaete Vinos Lof, aportando con sus conocimientos de ingeniería comercial, para desarrollar el branding de la empresa junto con agilizar el plan de marketing.
“Germán estaba con bastante trabajo en Perez Cruz y a mi papá le comenzaban a fallar los nervios motores a causa de la esclerosis lateral amiotrófica que padecía. Finalmente, el 2018 fallecería, lo que me motivó aún más para continuar con este legado familiar, del que mi padre fue uno de los gestores y fundadores”, rememora.
VINO FAMILIAR
Carlos Gaete valora el relato que representa Vinos Lof. Más allá de contar con un prestigioso enólogo, realza la historia familiar que con los años escribe nostálgicas páginas en un mágico jardín que protege sus hogares.
“Cuando me ha tocado presentar nuestro vino en ferias o exposiciones, más que venderlo como un vino de autor, lo hago como un proyecto familiar, donde destaca el romanticismo que significa incorporar cada vez a más miembros de este preciado clan, los cuales aportan con sus habilidades y conocimientos”, destaca.
Tal es el caso de Magdalena Urzúa, madre de Carlos Gaete y viuda de Juan, quien recibe con sus exquisiteces culinarias a los visitantes en épocas que se activa el enoturismo. Entre panes amasados con masa madre, charcutería y quesos la “Mane” se luce brindando una cálida atmósfera hogareña a sus invitados.
Así, en este jardín de tres hectáreas situados a los pies de la Cordillera de Los Andes, en el Valle del Maipo, el terroir cobra valor entre la identidad de su suelo, clima y gente linda.
BODEGA PROPIA
Orgulloso del crecimiento y logro de Vinos Lof se manifiesta su gerente comercial, en un emprendimiento que ha duplicado su producción de 10 mil a 20 mil botellas anuales en la actualidad, con un mercado que centra dos de sus tercios en el cliente nacional.
Pero sin duda, uno de los hitos del último tiempo, se reflejan en la bodega propia inaugurada a fines del 2020, la cual está junto a las casas del viñedo. “Ahora enfrentamos un período de transición donde nuestro proceso de vinificación y de guarda va a pasar a bodega propia y ya no será en barricas antiguas sino en estanques de cemento”, explica Carlos Gaete.
De esta forma, Vinos Lof ofrecerá un vino con un mínimo de tres años de guarda – dos en los estanques de cemento y uno en botellas – para recién salir a venderlos desde adentro hacia afuera.
¿Qué quiere decir esto? Que más allá de las ventas internacionales “nuestra visión es comenzar a comercializar el vino partiendo por la familia, los amigos, conocidos y así hasta llegar a gran parte del mercado nacional, para recién salir a Latinoamérica y el resto del mundo. Tal como indica nuestro nombre, primero el núcleo, el Clan o Lof”, sentencia.