Marisa Picó. El arte de una artesana

Relevar un oficio, proponer desde la naturalidad y expresar sensaciones en su máximo potencial son los pilares que otorgan identidad y valor al trabajo de Marisa Picó, artista que encuentra en el yute un material noble y cercano, capaz de transformarse bajo sus manos en formas que respiran armonía. Así, cada obra se convierte en un diálogo entre la simpleza y la emoción, una búsqueda constante de belleza en lo esencial.

  • Entrevista: Marcela Cademartori
  • Fotografías: Paulina Moraga
  • Instagram: @marisapicoestudio

Este relato no se inicia desde lo técnico, sino desde las sensaciones que se entrecruzan y dan vida a ese hilo inspirador con el cual Marisa Picó se sumerge en el mundo del arte. Para ella, todo es un proceso natural y espontáneo, donde las grandes pretensiones —explicaciones complejas, narrativas sofisticadas o técnicas— quedan marginadas para dar paso al poder de expresar emociones.

Esa atmósfera de tranquilidad se traspasa a sus creaciones en la elección de materiales y en la paleta de colores que entrega textura y calidez a sus obras. “Me encanta trabajar con el yute, que es un material muy sencillo y natural. Lo deshilacho y así voy creando diferentes formas para armar mis cuadros. El color lo aporta el empastado que voy trabajando por capas. Así van apareciendo diferentes tonalidades que entregan textura y relieve a las piezas”, explica la artista, revelando un proceso tan intuitivo como minucioso.

Cada obra es el resultado de un trabajo manual donde la paciencia se vuelve herramienta y la emoción, guía. “Trabajo con técnicas mixtas, usando pastas y pinturas en capas, esculpiendo la superficie para darle profundidad y relieve. Es un proceso casi alquímico y muy físico, que toma tiempo, a veces hasta un mes y medio por obra, dependiendo del tamaño.”

En cada paso, los materiales nobles invitan al tacto y despiertan una conexión sensorial con quien los contempla. “Quiero que la gente no solo vea el cuadro, sino que sienta el impulso de acercarse y de tocar”, expresa la artista viñamarina desde su taller en Jardín del Mar.

Los colores, generalmente neutros, se aplican de forma progresiva, buscando ese acabado único que refleje calma y equilibrio. “Mi arte no busca dominar un espacio, sino acompañarlo, ofreciendo un momento de quietud”, afirma Marisa, dando cuenta de una intención profunda: crear obras que dialoguen con su entorno y con quienes las habitan.

“Creo que el arte debe ser una extensión de quien lo posee, no solo un complemento decorativo. Mis piezas están hechas para ser cocreadoras de atmósferas. Por eso ofrezco asesoría a mis clientes: para mí es vital que la obra no solo quede bien, sino que se sienta perfecta en ese lugar, que potencie la energía del espacio y de sus habitantes. No busco imponer, sino conmover y acompañar. Un cuadro debe ser un portal que te invite a detenerte y respirar.”

RELATOS EN CALMA

Todo el trabajo de Marisa Picó es espontáneo. No hay patrones predefinidos, ni explicaciones complicadas. Su arte se trata de observar, sentir y conectar. “Mi inspiración viene de una profunda conexión con la simplicidad y lo orgánico”, asegura.

El mar, la arena, las cortezas de los árboles, la arquitectura antigua, los símbolos ancestrales como el Quipu. En todo lo que tenga una textura que hable de su origen, Marisa encuentra un motivo para crear, para buscar la calma en el caos. “Si pudiera resumirlo, diría que busco hacer presente lo esencial. Mi trabajo es una forma de meditación; cada pincelada, cada capa de pasta, es una manera de anclarme al presente. Me inspiro en la energía de la naturaleza, en los símbolos primarios y en las formas que nos rodean, aquellas que no necesitan explicación para conmover”.

“Quiero que cada obra sea imperfecta, honesta, como la vida misma – reconoce-. El toque de ´envejecido´ que le doy a mis piezas no es solo un efecto visual; es una forma de infundirles el peso del tiempo y de la sabiduría de lo que perdura”.

IDENTIDAD

En una segunda mirada, se puede percibir que en las obras de Marisa existe una intención que conecta directamente con el origen y la naturaleza. De hecho, una visita al Museo Precolombino, donde descubrió las artesanías de pueblos originarios, gatilló en ella el poder de la creación. No se trata solo de conectar con el arte contemporáneo, sino con lo manual, con el oficio de crear con las manos.

“Creo que tenemos mucho que mostrar desde esta perspectiva. Nuestras culturas ancestrales estaban tremendamente conectadas con el entorno en el que vivían y desde ahí nacía todo. Fuimos perdiendo la capacidad de entablar una relación con la naturaleza y con lo que nos rodea. Debemos volver a eso y transmitir a quienes aún desarrollan un oficio que, a través de él, se puede mostrar nuestra identidad en otros lugares”.

Desde esta postura, Marisa se plantea un desafío: hacer cuadros en formatos más pequeños para venderlos en el extranjero. “Podemos tomar todo el relato que formaba parte de nuestros pueblos originarios y traerlo a la modernidad.”

Sus esculturas de pared y cuadros son un diálogo constante entre lo antiguo y lo contemporáneo, donde la textura, los colores neutros y una profunda conexión con la naturaleza se conjugan para contar historias, dar protagonismo a un oficio y construir una identidad que habla por sí sola.

Especial Aniversario 19 • Octubre 2025

 

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