La inspiración de un Sommelier convertido en anfitrión

Con una madre que desde pequeño le enseñó que ser pobre no es sinónimo de estar carente de oportunidades, Marcelo Pino, dos veces reconocido como el mejor sommelier de Chile, ha superado grandes desafíos para convertirse en un referente del vino. Hoy, al compartir su historia, nos revela cómo, gracias a su esfuerzo, no solo alcanzó ese reconocimiento, sino que también logró materializar uno de sus mayores sueños: tener su propio restaurante.

  • Por: Trinidad Rendich
  • Fotografías de IG @Marcelopino

Desde joven, Marcelo Pino sabía que su camino hacia el éxito no sería fácil. Con un amor profundo por la enología que nació al hacer su práctica profesional como técnico en gastronomía y cocina internacional en el Hotel Ritz-Carlton, y un esfuerzo incansable por superar obstáculos, fue forjando su camino hasta convertirse en uno de los sommelier más destacados de Chile.

“Fue efectivamente en aquel hotel donde conocí ese mundo porque en ese entonces se hacían muchas cenas maridajes y muchas actividades entretenidas con el bebestible”, relata Marcelo, rememorando sus primeros pasos en el rubro.

Aunque en ese momento no sabía que esta experiencia marcaría su futuro, pronto descubrió que su pasión por el vino iba mucho más allá de lo que imaginaba. Así comenzó un proceso de aprendizaje constante, viajando por distintos rincones de Chile y del mundo para experimentar de primera mano el arte de la bebida.

En 2012 se fue a Inglaterra por seis meses, y si bien fue duro viajar sin su familia – hoy lo reconoce como uno de sus mayores sacrificios -, fue una ocasión que luego le brindaría grandes oportunidades laborales. “Fui a trabajar y a entrenar con Gerard Basset, el mejor sommelier del mundo. Es como ir a practicar con Messi o Ronaldo si lo llevamos al fútbol”, comenta orgulloso.

Para Marcelo si uno no tiene un objetivo, dudosamente entiende a qué se levanta. Desde este planteamiento ha logrado hacer que las cosas sucedan, pues está seguro de que los límites se los coloca uno mismo. “Yo tuve luz y agua potable recién a los 14 año, y hoy quiero llegar a ser máster sommelier”.

“ES IMPORTANTE SER SOÑADOR”

Con una gran trayectoria en el mundo gastronómico, Pino tuvo la idea de crear su propio restaurante, la que nació casi como un accidente afortunado durante un asado en plena pandemia. “Tenía muchas ganas de hacer un restaurante en Pichilemu, pero no sabía ni dónde ni cómo,” recuerda.

En un terreno de cinco mil metros cuadrados, que forma parte de su hogar y está rodeado por un imponente paisaje que combina campo, bosque y mar, el proyecto comenzó como un quincho personal para recibir amigos y familiares. Sin embargo, lo que inició como un espacio íntimo fue evolucionando hasta convertirse en un restaurante exitoso y acogedor que lleva el sello personal de su creador y se denomina La Parilla de Pino. “Es mi casa, entonces la gente literalmente va a mi casa, y los acojo como si fueran parte de ella”.

Hoy, se ha consolidado como un gran restaurante, donde la excelencia no solo reside en el paisaje, sino también en los exquisitos platos que ofrece. No obstante, Pino lo deja claro: “Para mí, no es solo ir a comer o a beber, es una experiencia desde que entran hasta que se van”.

EL MARIDAJE PERFECTO

Gracias a su talento para comprender y conectar profundamente con los vinos, Marcelo tiene el don de identificar la bebida perfecta para acompañar cualquier elección gastronómica en La Parrilla de Pino. Con esa misma dedicación, ha decidido compartir tres maridajes imperdibles:

“Las mollejas a la parrilla, que son extraordinarias, las acompañaría con un espumante Fervor. Otra delicia es el sorrentino de jaibas de Pichilemu, ideal con un Chardonnay, específicamente el clásico Montes Alpha. Finalmente, escogería un lomo vetado con papas provenzales, perfectamente armonizado con un cabernet Sauvignon S38 de Viña Casa Silva.”

¿Qué esperas para conversar con Marcelo y conocer este punto gastronómico en medio del bosque, el campo y el mar?

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