Conocer y visitar las tierras mágicas que fueron inspiración para ‘Cien años de Soledad’ del escritor colombiano Gabriel García Márquez, hoy es posible. Desde el hermoso pueblo colonial de Mompox hasta la histórica Cartagena, cada tramo teje cual filigrana los parajes y personajes de la novela que le hizo ganar el Premio Nobel.
Relato y fotografía de Marisol Ortiz Elfeldt
‘Cien años de Soledad’, la novela y recién estrenada serie en Netflix, hoy también es una ruta turística en la oferta que Colombia entrega a sus visitantes. El circuito ofrecido por Impulse Travel con el apoyo de ProColombia permite entrar en contacto no sólo con parte de la historia del país sino con aquellos lugares que sirvieron de inspiración para las obras de este gran escritor.
La ruta incluye paseos en canoa por el río Magdalena, conocer los pueblos palafito en la Ciénaga Grande de Santa Marta -Reserva de la Biósfera de la UNESCO- visitar Aracataca, pueblo natal de Gabo, y adentrarnos en lugares que dan vida a personajes como el Coronel Aureliano Buendía, Amaranta, o Mauricio Babilonia y sus mariposas amarillas. Todo con el enfoque de un turismo responsable con el medio ambiente, conectando a los viajeros con comunidades locales para experimentar de primera fuente la gastronomía y la música caribeña.
COCINANDO ‘CABEZA DE GATO’
Después de un vuelo desde Bogotá con escala en Medellín en donde cambiamos a un avión Beechcraft 1900D de 18 pasajeros, llegamos a Mompox (se pronuncia Mompós), un pueblito colonial del siglo XVI detenido en el tiempo en la ribera del río Magdalena, vía fluvial que cruza Colombia desde el occidente de sur a norte y tiene puntos en donde su anchura es de 1.073 metros. Por él navegaremos hacia la Ciénaga de Pijiño en donde nos acompañarán garzas y cormoranes hasta llegar al inicio del manglar.
Pero antes, y después de dejar las cosas en el hotel -una casona colonial maravillosa-, iremos a preparar el desayuno con una cocinera local que nos enseñará a hacer ‘Cabeza de gato’: Me dan un plato con un tomate, una cebolla morada y dos plátanos grandes verdes de cáscara muy dura. Debo pelarlos de cierta manera para después unir todo, sofreírlos en aceite y formar una mezcla que caliente se servirá con queso costeño rallado. ¿Por qué se llama ‘cabeza de gato’? Pareciera que es porque se sirve en un montoncito de apariencia irregular pero suave que asemeja la cabeza del felino, pero nadie lo sabía con certeza. Estaba rico.
HAGAMOS MÚSICA…Y MARIPOSAS
Después de un tranquilo paseo en bicicleta por las calles adoquinadas del pueblo, fue hora de conocer los ritmos caribeños en su origen. Para ello partimos a la casa de don Abundio, folklorista local, rostro de la cultura colombiana, quien junto a su grupo ‘Los Traviesos’ interpreta los ritmos de tambora guacherna, chandé, cumbia y berroche. Debo reconocer que la cumbia no es de mi música preferida, pero al escuchar y verla bailar como realmente es, es otra cosa. Nada que ver con la que escuchamos nosotros por aquí.
La filigrana momposina data de la llegada de los españoles por el 1500, pero posee todo el acervo indígena en el tratamiento del oro y la plata. Y quienes leyeron ‘Cien años de Soledad’ recordarán que el coronel Aureliano Buendía se dedica a hacer pescaditos de oro en filigrana para ayudar con los gastos domésticos antes de la guerra. Bueno, vamos a aprender. Les digo que después de hacer una pequeña mariposita en relación con las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia, vivir el proceso y el trabajo que significa, veo esta orfebrería con otros ojos.
DE ARACATACA A LOS PUEBLOS PALAFITO
García Márquez nació un 6 de marzo de 1927 en el pequeño pueblo de Aracataca en las proximidades de la Ciénaga Grande, lugar en donde en la novela, José Arcadio funda Macondo. Todo el pueblo gira en torno a la memoria de ‘Gabo’. Visitamos los principales hitos como la escuela en donde estudió sus primeros años, la casa del Telegrafista, lugar donde llegó su padre a trabajar, y la casa-museo que replica la casa de sus abuelos con los que vivió el escritor y se sitúa en el mismo terreno rodeada de enormes árboles.
Desde Ciénaga, otro pueblo cercano, en donde hay una estatua de Carlos Vives – el músico que popularizó internacionalmente el ritmo del Vallenato – nos vamos hacia el puerto en donde en una canoa a motor cruzaremos parte del río para llegar al manglar y a los pueblos palafito de Buena Vista y Nueva Venecia. La travesía es maravillosa, el río está poblado de aves que se apoyan en tubos que ponen los pescadores para sacar camarones, sus aguas tranquilas reflejan las nubes gordas y blancas y el cielo celeste. A la distancia se ven canoas y pescadores preparando trampas y redes. Realmente es un momento mágico, y aún más cuando nos vamos internando en el manglar por aguas más estrechas rodeadas de vegetación. Una experiencia inolvidable.
Llegar a los pueblos palafito es de cuento. Montados sobre el agua de la ciénaga dentro del manglar, sus casas de colores sobre estacas de madera pintan las aguas que las reflejan como espejo. Los niños y adultos se mueven en canoas que son impulsadas por ellos a través de una vara que apoyan sobre el fondo de barro. La primera impresión es de un total realismo mágico, la precariedad de sus viviendas contrasta, o tal vez se complementa, con la belleza del paisaje que lo rodea.
Nos reciben con bailes y cantos, vestidos para la ocasión, para celebrar, niños y adultos por igual. Cuentan historias, algunas divertidas, otras de tristes situaciones pasadas. Ellos no han estado ajenos al conflicto armado interno que ha azotado a Colombia desde fines de los años ´50, con la guerrilla de la extrema izquierda y los grupos paramilitares de la extrema derecha, a los cuales se le han sumado los carteles del narcotráfico, las bandas criminales y los grupos armados organizados.
Hoy, desde la firma del Tratado de Paz de 2016 entre el gobierno colombiano y las FARC, el país cuenta con más estabilidad aun cuando existen todavía zonas en que opositores a este acuerdo funcionan en el esquema guerrillero. Pero nosotros estamos lejos, y nos preparamos para almorzar el plato típico con que nos esperan: Mojarra (el nombre del pescado), arroz con coco, yuca frita, lentejas, ensalada de betarraga, zanahoria y cebolla encurtida. ¡Delicioso!
LA VIAJERA
Habíamos llegado con un cielo azul precioso pero de pronto un aguacero descomunal apareció por cerca de una hora y se despidió con un arcoíris de lado a lado. Salimos a hacer paddle board y kayak por las aguas de la ciénaga hasta el atardecer. Por la noche, las pocas luces de las casas brillaban en el agua oscura mientras los niños jugaban a tirar el kayak inflable con la canoa. Al ver esa manera de entretenerse, las risas, la simpleza, no pude evitar tener mis reflexiones. Más allá se escuchaban cantos estilo góspel. Cuando pregunté, me dijeron que era un exorcismo. Se le hacía a una casa en donde una niña había fallecido y deseaban que partiera en paz. Sí, también existe eso en esta parte del mundo.
Me levanté a las cinco y media de la mañana para ver el amanecer, poco a poco Nueva Venecia despertaba a un nuevo día. Me sorprendí al ver unas pocas canoas con niños de uniforme y mochilas yendo al colegio, algunos incluso en pequeñas balsas. Ya a las 9 de la mañana, el mundo había llegado y nosotros nos despedíamos. Partimos rumbo a Barranquilla, no sin antes pasar por donde el artesano Edrulfo a buscar unos botecitos de madera que nos hizo a cada uno. Él le puso el nombre de acuerdo a lo que conversó con nosotros la noche anterior. El mío: La Viajera.
LOS PASOS LITERARIOS
Fue en Barranquilla y Cartagena en donde Gabo comenzó sus escritos, periodista en ‘El Heraldo’, integrándose al Grupo de Barranquilla, con los que conoció libros y autores que influenciaron su literatura. Almorzar en La Cueva, era un ‘must’ ya que ahí se reunía con sus amigos y reconoció al cine como séptimo arte, visitamos el hotel en donde se alojaba cuando no tenía que dormir en un banco de la plaza por no tener cómo pagarlo.
Y la aventura termina en la histórica Cartagena, donde García Márquez se inspiró para varias de sus novelas y en donde aún está su casa a pasos de la playa y el mar. Una vivienda estilo mediterránea en tonos ladrillo con un jardín de frondosos árboles y hermosa vegetación. Tal vez era su Macondo personal, su lazo con la ciénaga de José Arcadio, no sabemos si dentro de ella tendrá también algún pescadito de oro hecho por él. Falleció el 2014 en su casa de Ciudad de México.